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El blog de ace76

¡VIVA SAN FERMÍN!

¡VIVA SAN FERMÍN! “...el seis de julio a mediodía, la fiesta estalló. No hay otra forma de expresarlo”.

(Ernest Hemingway. “Fiesta”)

No haría falta añadir ni una sola palabra más a lo que ya dijo Hemingway, amado y odiado a partes iguales por los pamploneses. Pero no puedo dejar de hacerlo...

Pamplona, mi pequeña ciudad de provincias, se convierte, por una semana, en la capital del mundo, en una Sodoma y Gomorra del kalimotxo y la juerga, nueve días de desenfreno que compensan la mojigatería que la reprime durante el resto del año. Pamplona es una ciudad agradable, pero a veces, vivir en ella es como estar en un capítulo de “Cuéntame”. Sin embargo, esto solo lo saben los que la conocemos cuando no es SanFermín. Para los demás, Pamplona sólo existe durante esos días extraños en los que la noche se confunde con el día, en los que la fiesta se sucede durante veinticuatro horas continuas, en los que todo está permitido... y cuando se dice todo, es todo. Australianos, neozelandeses, estadounidenses y europeos variados –además de españoles venidos de todos los puntos de la Península- duermen en las calles y se bañan en las fuentes, y a nadie parece importarle. A las pocas horas de comenzar la fiesta, el suelo de la ciudad se vuelve pegajoso: un engrudo de champán, harina y huevo lo cubre todo. Un penetrante aroma a orín y vino rancio hace intransitables los rincones oscuros y los callejones. Todo gira en la ciudad en torno a estos días: todo se cuida con esmero para destrozarlo en nueve días de julio. Y el 15 de julio, todo vuelve a reconstruirse: se limpian otra vez las calles, se reponen los bancos rotos, se vuelven a plantar las flores en los parques...

Nunca he disfrutado plenamente de los Sanfermines. Quizás sea porque tuve una adolescencia peculiar y este tipo de fiestas me recordaban mi soledad no voluntaria. Quizás sea porque no me gusta sentir que tengo que divertirme por obligación, sólo porque el calendario señalé una fecha determinada. Quizás sea porque algunos Sanfermines trajeron más decepciones que buenos recuerdos...

...pero el caso es que, cuando llegan estas fechas y no estoy en Pamplona, echo de menos a mi pequeña y paleta ciudad de provincias donde, en honor a un Santo que tal vez nunca existió, se celebra la bacanal más grande del universo sin que nadie se sienta culpable por ello.

6 comentarios

ace76 -

Locusta, tránquila, no hay prisa en que me devuelvas el libro, siempre que me lo devuelvas, claro.

¿Cuquina? Je, ni que Pamplona fuera un bombón de Ferrero Roche...

Joserra -

Qué tono tan meláncolico se desprende de tu artículo san ferminero, antonio. La verdad es que no he estado nunca en Pamplona, en época san ferminera, porque en otra epoca si, vamos, que pasé cuatro años de mi vida (sin veranos) maravillosos en esa ciudad tan cuquina llamada Pamplona donde conocí a los que hoy son mis mejores amigos. Y San Fermín, sin ofender, no sé, a priori, me da un poco de perezaco, la verdad.

Locusta -

Soy tan civilizada que te voy a devolver ya el libro que me prestastesss... en cuanto me termine "El último encuentro" me lo leo corriendo y te lo devuelvo... he vuelto al universo lector...
Condones para hacer globos en fallas? qué raro...

ace76 -

Hay un detalle que se me ha olvidado mencionar: Sanfermín es la fiesta más democrática e igualitaria que conozco. El uniforme oficial, blanco y rojo, sirve para unificar a todos los que participan de la fiesta y borrar barreras absurdas entre pijos, borrokas y otros especímenes de la fauna urbana pamplonica.

Pues nada, el año que viene, a fallas. Sí, ya me imagino que usaré los condones... para hacer globos.

Locusta, es que tú eres una mujer civilizada...

Locusta -

Oye, oye, que yo no dormí en el suelo cuando fui a los sanfermines, que dormí en mi coche... creo... jajajaja... estaba tan pedo que la noche previa al encierro me fui a la "cama" a las 02:00... no aguanté más. Luego me "levanté" a las 09.00 y se había ido todo el mundo... ah, y me duché en la piscina municipal, no en una fuente...

Manué -

Diríase por lo leído que no te gusta la fiesta de tu pueblo, pero que la edad parece estar aminorando tu animadversión por ella.
A mi me pasa lo contrario con las fallas de Valencia. De más jovencito me lo pasaba pipa y poco a poco me van agobiando cada vez más. Sólo me gustan cuando me toca ejercer de Cicerone de algún visitante que nunca ha estado en ellas. Por cierto, te invito (si el trabajo no lo impide) a las fallas del año que viene. Y si aceptas, trae condones (te harán falta), juasjuasjuas.