¿HAS ESCUCHADO CANTAR AL BUHO?
La pistola seguía estando sobre la mesa.
Un dos tres cuatro. Cierra los ojos. Un dos tres cuatro. Abre los ojos.
La pistola seguía estando sobre la mesa.
"Tú y yo, solos en una cabaña. En el monte. Nadie nos molestará". La mente de Carla era un torbellino de recuerdos. Eso había dicho Andrés, así había descrito el fin de semana. Una escapada a la sierra, una casita en la montaña, una cama grande y acogedora. La cama era grande, sí. Y ahora lo era más, porque su mitad izquierda estaba vacía. Andrés había desaparecido.
Pero la pistola seguía estando sobre la mesa.
Un dos tres cuatro. No servía de nada un dos tres cuatro. La pistola seguía estando sobre la mesa, Andrés seguía sin estar y Carla no se atrevía a moverse. Volvió a contar, lo volvió a hacer y volvió a volver a hacerlo. Decidió salir de la cama. Se acercó a la mesa. Contempló la pistola. La miró, pero no la miró. Sus ojos atravesaban el acero, absortos en la contemplación del enigma.
-¿Has escuchado cantar al búho?
-Sí.
-Dicen que cuando el búho canta es que alguien va a morir.
Un búho había cantado aquella noche. Carla lo había escuchado. Andrés lo había escuchado. ¿Estaría muerto Andrés? Carla tembló. Miró la puerta cerrada de la cabaña. No quiso salir. El sol entraba por la ventana, se oía el sonido del viento entre los pinos. El resto era silencio. ¿Sería ella la muerta? Cada vez tenía más pánico a salir de la casa. Se estaba tan bien allí... los muros eran fuertes y los cimientos, firmes.
La pistola seguía estando sobre la mesa.
Carla no podía hacer nada. ¿Qué podía hacer? En realidad, no quería hacer nada. Había algo que no estaba bien, algo fuera de sitio y ella no podía arreglarlo. Volvió a tumbarse en la cama enorme, vacía, solitaria.
Un dos tres cuatro. Cierra los ojos y no los abras. Duerme. Sueña. Despierta. Un dos tres cuatro. Abre los ojos y mira. Mira la cara de Andrés, dormido, a tu lado. Sus largas pestañas, su piel morena, su pelo negro, la cicatriz en el cuello. Escucha su respiración, suave, tranquila. Él duerme profundamente, ¿y tú?
La pistola ya no estaba sobre la mesa. En su lugar, el cadáver de un búho atraía a las moscas y a los gusanos.
Un dos tres cuatro. Cierra los ojos. Un dos tres cuatro. Abre los ojos.
La pistola seguía estando sobre la mesa.
"Tú y yo, solos en una cabaña. En el monte. Nadie nos molestará". La mente de Carla era un torbellino de recuerdos. Eso había dicho Andrés, así había descrito el fin de semana. Una escapada a la sierra, una casita en la montaña, una cama grande y acogedora. La cama era grande, sí. Y ahora lo era más, porque su mitad izquierda estaba vacía. Andrés había desaparecido.
Pero la pistola seguía estando sobre la mesa.
Un dos tres cuatro. No servía de nada un dos tres cuatro. La pistola seguía estando sobre la mesa, Andrés seguía sin estar y Carla no se atrevía a moverse. Volvió a contar, lo volvió a hacer y volvió a volver a hacerlo. Decidió salir de la cama. Se acercó a la mesa. Contempló la pistola. La miró, pero no la miró. Sus ojos atravesaban el acero, absortos en la contemplación del enigma.
-¿Has escuchado cantar al búho?
-Sí.
-Dicen que cuando el búho canta es que alguien va a morir.
Un búho había cantado aquella noche. Carla lo había escuchado. Andrés lo había escuchado. ¿Estaría muerto Andrés? Carla tembló. Miró la puerta cerrada de la cabaña. No quiso salir. El sol entraba por la ventana, se oía el sonido del viento entre los pinos. El resto era silencio. ¿Sería ella la muerta? Cada vez tenía más pánico a salir de la casa. Se estaba tan bien allí... los muros eran fuertes y los cimientos, firmes.
La pistola seguía estando sobre la mesa.
Carla no podía hacer nada. ¿Qué podía hacer? En realidad, no quería hacer nada. Había algo que no estaba bien, algo fuera de sitio y ella no podía arreglarlo. Volvió a tumbarse en la cama enorme, vacía, solitaria.
Un dos tres cuatro. Cierra los ojos y no los abras. Duerme. Sueña. Despierta. Un dos tres cuatro. Abre los ojos y mira. Mira la cara de Andrés, dormido, a tu lado. Sus largas pestañas, su piel morena, su pelo negro, la cicatriz en el cuello. Escucha su respiración, suave, tranquila. Él duerme profundamente, ¿y tú?
La pistola ya no estaba sobre la mesa. En su lugar, el cadáver de un búho atraía a las moscas y a los gusanos.
12 comentarios
juanma -
Este tipo de creaciones no se deben explicar. Tienen cientos de interpretaciones y nisiquiera la del creador es la oficial.
Aun así es un buen relato.
au revoire :]
ace76 -
Miguel -
ace76 -
Miguel -
ace76 -
...pues yo lo que había pensado es que ella se despierta cuando Andrés ha salido a matar al búho.
Claro que, si él ha ido a matar al búho y el búho aparece muerto de un disparo, pero la pístola está sobre la mesa... ¿Cuántas pistolas hay? ¿Quién ha vuelto a abrir la cajita azul?
Miguel -
¿Entonces que hacia un buho muerto sobre la mesa? ¿Era una cosa rara porque si?
Tengo una duda: ¿Ella confunde al buho muerto con una pistola por culpa de la oscuridad de la noche o es una pesadilla? ¿O realmente habia una pistola?
Y el chico habia ido al baño mientras, no?
ace76 -
No se me había ocurrido eso de que el búho ha cantado su propia muerte... Si es que escribo mejor de lo que pienso, jejeje...
Joe -
Que siiii, qu esabes que tehe votado y todo... jejeje
Joserra -
Joserra -
Miguel -
¿Que se supone que es? ¿una pesadilla? ¿Por que hay un buho muerto en la mesa? ¿Para que alguien muriera?
Intrigante, pero no me convence el final