SÁBADOS ESPELUZNANTES
De lunes a viernes, las obligaciones diarias arrastran y llenan el tiempo. Cuando llega el sábado, se supone que es un día para descansar, divertirse, hacer planes interesantes o ver a los amigos, pero a veces las únicas posibilidades que ofrece la vida son estar solo en casa y ver la telebasura. Ese es un sábado espeluzante, generalmente acompañado de su maldito domingo correspondiente. Son esos días en los que la soledad se solidifica y pesa como una losa, en los que uno se siente como un bicho insignificante por quien nadie se preocupa o interesa.
Si vuelvo la vista atrás, muchos de mis sábados de adolescencia entran dentro de esta categoría. Los colegios son lugares que encasillan a las personas en ciertos papeles. A mí me tocó ser "bicho raro apestado" y nadie me dio nunca la oportunidad de cambiar. Así que pasaba los sábados en casa, atormentándome mientras imaginaba a todos mis compañeros de clase sonrientes, divirtiéndose, ligando, riendo, bebiendo y bailando en esos bares de los que todo el mundo hablaba y cuyos nombres yo escuchaba en conversaciones sueltas a mi alrededor. Cada sábado era un fracaso absoluto en el intento de ser como los demás, de sentirme parte de un grupo, de ser normal.
Después todo cambió y mis sábados se convirtieron en días fantásticos. Sólo volvieron a ser espeluznantes cuando llegué a Madrid. Aunque eran de otro tipo. Nunca me sentí integrado en la ECAM y, desde luego, nunca participé en la vida social de los ecamitos. Durante un tiempo eso me hizo sentirme dejado de lado. Tuve que aguantar algún que otro plantón, alguna que otra bordería y alguna que otra decepción. Y me quedaba deprimido en casa cuando en realidad bastaba con que descolgara el teléfono y llamara a alguno de los muchos amigos que estaban sobreviviendo en Madrid como yo. Pero me daba como una especie de pereza, de desazón, de apatía absoluta, y terminaba tirado en el sofá en compañía de las matrimoniadas de "Noche de Fiesta". Por suerte, como se aprende de los errores y mi autoestima no tenía nada que ver con la que tenía de adolescente, me di cuenta de que el único perjudicado era yo y que no hay que perder el tiempo con gente que no te aprecia y a la que, por si fuera poco, estás idealizando.
A veces aun caigo en la tentación de pensar que los sábados de los demás son más divertidos y efervescentes que los míos. Supongo que son restos del adolescente timorato que hay dentro de mí. Pero luego me doy cuenta de que podría hacer lo que quisiera con mis fines de semana, y que lo que acabo haciendo es lo que quiero hacer. Ya lo he dicho en otras ocasiones, pero lo que más feliz me hace es que haya llegado un momento en que puedo decir que me gusta mi vida. Pero es que no me canso de repetirlo. A pesar de todo lo mejorable, me gusta mi vida. A pesar de todos mis defectos, me gusto yo.
Quizás algún día vuelvan los sábados espeluznantes. Pero como ya he estado ahí, supongo que sabré salir de ellos otra vez.
12 comentarios
MadRod -
No, ahora en serio. Siempre llega un momento en que todo se pone en su lugar. Cuando no tienes recursos suficientes para que no te afecte lo que hace o dice la gente que realmente no te importa cualquier cosa es espeluznante. Pero creces, y conviertes cualquier nimiedad en un recurso, y entonces es una gozada tener un momento Centella. Éso es lo que hace la madurez: darte recursos para convertir un sábado espeluznante en un momento Centella. Genial!
Diego -
Jgts -
Tú ya sabes dónde tienes una cita un sábado de estos... xD
ace76 -
Diego, lo que pasa es que tú siempre has sido el chico más popular del colegio! Lo que tiene mérito es sobrevivir a una adolescencia de friqui cuando ser friqui no estaba de moda... :-D
Corredero, en el fondo, a mí lo que me gustan son los jueves "universitarios".
Lucía, la adolescencia es terrorífica... Y a mí aun me quedan muchos bares por conocer!
Soli, eres afortunado entonces. :-)
Ralz, jajaja, yo siempre he querido ir a alguna fiesta de antiguos alumnos de mi colegio, al estilo peli mala americana, para vengarme. Aunque luego lo pienso mejor y me da una pereza tremenda...
Ralz -
Soliloco -
Joserra -
Lucía -
Corredero -
Diego -
Bueno, como dices, son retazos del Antonio adolescente, algunos de ellos te hacen divertido y adorable, y otros, te hacen extraño...y adorable. :) jajajjajajaa
(ale! ya me has vuelto a enternecer! aisssss jajaja)
Don Otto Más -
A mi se me hacen sórdidos y aburridos, la verdad...
Joserra -