TINTORERÍA
Definitivamente, la Navidad ya está aquí. A partir de la semana que viene ya podré recoger mi jamón anual y el martes tendré una fiesta con mucho talante navideño. A este evento que se celebra en hoteles de Grand Luxe hay que ir presentable, así que ayer llevé mi traje a la tintorería. En uno de los bolsillos del pantalón descubrí la entrada de la fiesta del año anterior, lo que me hizo pensar que durante 2007 no he tenido que ir a ninguna boda, bautizo, entrega de diplomas o similar.
La tintorería a la que llevé el traje está en el Callejón del Gato. Me gustó porque tiene un aire antiguo, nada moderno. Una dependienta detrás del mostrador y un señor canoso con pinta de abuelito simpático planchando ropa con mucho vapor. Lavadora enorme y metálica. Camisas y vestidos envueltos en plástico, etiquetados y colgados de un riel. El único elemento de diseño era una mesa Lack de Ikea un tanto desvencijada.
Para mí, ir a la tintorería era acompañar de pequeño a mi abuela a recoger la alfombra de la sala en La Elegante. Por eso prefiero que sean antiguas, como si estuvieran congeladas en el tiempo. Me recuerdan a mi infancia.
Aunque, considerando que lavar y planchar una camisa cuesta menos de cuatro euros y para mí supone una tortura, estoy por convertirme en un cliente habitual.
5 comentarios
Klimmt -
mce79 -
MadRod -
No he pisado en la vida ni una lavandería ni una tintorería. Y claro, así me va, que en lugar del precioso nórdico de plumas de oca que me compré, ahora tengo unas telillas rellenas de pelos de ornitorrinco...
jl_mofli -
Estuvimos en una en Sevilla.
Ainsss, qué bonita es Sevilla!.
Y cuando viví en Madrid en Plaza Castilla no tenía lavadora y o lavaba en la bañera o iba a la lavandería.
Todo muy americano, sisisi!
Joserra -