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El blog de ace76

AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS

AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS

Si uno se pone a rebobinar la película de su vida, esta resulta un todo continuo: lautca ojabart, roiretna ojabart, MACE, dirdaM a adinev, dadisrevinU, oigeloc, oiraluvrap...

Hasta que llega un momento en la película empieza a dar saltos en el proyector, a borrarse y a mezclarse. Hay cosas que se olvidan para siempre. Es como si un día adquirieras conciencia de tu propia vida y de tu propio yo y tu cerebro comenzara a registrar las cosas por sí mismo. ¿No es curioso no recordar nada de los dos o tres primeros años de vida? Uno llega a su vida cuando esta ya ha empezado.

Mis primeros recuerdos son del parvulario. Tenía tres amigos: Alberto, Belén e Isabel, que fue mi primera novia. Era mi amiga especial. El destino nos separó cruelmente cuando llegamos a 1º de EGB y sus padres la llevaron a otro colegio. Lo que no recuerdo es como nos hicimos amigos. De repente, yo estaba en el colegio, en la clase de los Peces Azules, manchándome la yema de los dedos con témperas de colores, compartiendo una pequeña mesita octogonal con otros niños y niñas. Recuerdo que lo que más me gustaba era recortar figuras de papel con un punzón. Se ponía el papel sobre una cosa blanda, de espuma, se iba pinchando la figura por la línea de puntos hasta que se separaba y se pegaba sobre otro folio. Algunos de esos dibujos estuvieron mucho tiempo colgados en el despacho de mi madre, creo que siguen ahí. Nunca se me han dado bien los trabajos manuales, pero una vez hice unas mariposas preciosas.

Me acuerdo de mi primera casa en Cizur Mayor. Cerca de ella había unos tobogones enormes a los que me dejaban ir solo. Un día, mientras estaba ahí, se me desataron los cordones de los zapatos y me quedé sentado, lloroso, esperando a que me vinieran a buscar porque alguien (mi abuela, seguramente. Ella fue la mujer que me enseñó que no había que pegar patadas a las mochilas abandonadas porque pueden tener bombas, que no hay que caminar por encima de las rejillas de los desagües porque te puedes quedar atrapado, y que en el Infierno, en realidad, no hay nadie. Es una mujer sabia, mi abuela) me había dicho que era muy peligroso caminar con los cordeones de los zapatos sueltos. Yo no sabía atármelos, así que ahí estaba yo, aterrorizado, mientras se acercaba cada vez más la hora de comer. No sabéis lo que agradecí, meses después, que llegaran a mi vida el velcro y los mocasines. Creo que al final me vino a buscar mi padre, que me subió a los hombros y me llevo a casa, sano y salvo.

Mi padre era un hombre enorme. Recuerdo que siempre me subía a su espalda. Se murió cuando yo tenía cuatro años. Afortunadamente, de eso no recuerdo nada.

5 comentarios

Anónimo -

si, es muy enternecedor, la verdad

Lucía -

Yo creo que éste es uno de los mejores posts que te he leído. Es muy bonito!

Joserra -

Mola. Me encantaría que alguien alguna vez me contara su infancia.

ace76 -

Huy, ya lo he cambiado, Soli, es que no tengo constumbre de escribir al revés, jejeje.

La memoria es caprichosa, aunque si algún psicólogo estuviera por aquí empezaría a hablar de traumas y otras paparruchas.

soliloco -

Vale.. una de las cosas esas del primer parrafo esta mal no? mira que mesta rallandoo...

Pero si es curioso, las cosas que se recuerdan.. como flashes y la verdad no logro identificar por que algunas cosas se recuerdan y otras na.. y eso me intriga sobremanera