PÁGINAS DEL PASADO
En efecto, durante dos meses y medio del año 2000, fui relaciones públicas del Burger King. Todas las tardes, me ponía la chapita identificativa sobre la americana, cogía mi carpeta llena de tarjetas, estudiaba el mapa de mi zona asignada e iba de casa en casa invitando a la gente a ir al Burguer King. ¿Invitando? Sí, claro, invitando a treinta dos por uno del Menu Big King, a treinta dos por uno de Big King y a treinta dos por uno de Sundys. Pero, ¿invitando? Sí, claro, a cambio de las tres mil pesetas que cuesta esta tarjeta Vip que tienes que presentar con los vales. Evidentemente, el discurso no era así, pero bueno, tampoco es cuestión de reproducirlo aquí y hablar de "el factor oveja" (si dices que el vecino ya la tiene, puedes despertar la codicia y los deseos de tu víct... comprador interesado).
Lo esencial era mantener una actitud positiva: un vendedor tiene que sonreir, estar animado, despertar confianza en el incaut... comprador interesado. Por eso, el ambiente en la empresa era como de secta iluminada. Todos nos saludábamos con grandes sonrisas y chocando las manos al más puro estilo jugador de la NBA. "Gimme five!" (o algo parecido en majdrileño), me decían, enseñando todos los dientes. Y yo, que siempre he odiado ese tipo de cosas, les seguía la corriente sin terminar de dar crédito a lo que veía. Aunque eso se quedaba en nada comparado con las reuniones de motivación que se hacían antes de empezar cada jornada. Como yo sólo trabajaba por las tardes, sólo pude asistir a ellas algunos sábados.
En un sotano frío nos reuníamos todos los vendedores. Primero, por parejas, ensayábamos el proceso de estaf... venta. Y después llegaba el momento cumbre, cuando bajaba el director de la empresa. Todos nos poníamos en corro y empezábamos a dar palmas. Uno de nosotros comenzaba a bailar en círculos e iba sacando a personas al corro, éstas sacaban a otras más, que a su vez sacaban a otras más hasta formar una curiosa mezcla de baile country y akelarre hamburguesero. Éste era nuestro himno: "El otro día fui, a casa de mi abuela, y ella me enseñó, a bailar el chipi-chipi. Baila el chipi-chipi, baila el chipi-chipi, baila el chipi-chipi, pero bailalo bien".
Por supuesto, todo terminaba en un inmenso "gimme five" en el que todos chocábamos nuestras manos entre risas y gritos de júbilo.
¿Ridículo? Sí, pero no puedo negar que uno salía de la reunión con un cierto grado de euforia. La verdad es que el trabajo me ayudo a perder algo de timidez y vergüenza, además de enseñarme que, pase lo que pase, siempre podré trabajar en algo y no morirme de hambre. Así que, no hay mal que por bien no venga.
PD: Por cierto, hay más de cien referencias hay "baila el chipi-chipi" en Google. Y no sólo van a casa de la abuela, también hay versiones en que van a ver a Maguila o la Mari...
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SOLOVUELOPORAMOR -
dee -
mce79 -