IF YOU COULD READ MY MIND: ¡Viva el cine basura!
Este ultimo fin de semana, el primero del verano, ha tenido la virtud de ser plácido, tranquilo y agradable. Al final, uno descubre que lo mejor de la vida está en su cotidianeidad, en el no hacer nada especial ni planes superguays sino en que todo siga su curso habitual. Es decir, este fin de semana he ido a la piscina, vi el partido de fútbol Suecia-Holanda (yo quería que ganara Suecia, me parece que jugaron mejor que los holandeses... lo que no entiendo es por qué los locutores querían que ganara Holanda, cosa que no se molestaron en disimular en ningún momento. Al final, todo terminó con lanzamientos del penalties, que, en mi opinión, es la muerte del fútbol: yo les tendría jugando prórrogas hasta que alguno metiese un gol...), curioseé las tiendas de ropa más estandarizadas y no encontré nada que me gustara (Zara, H&M, C&A... ¿Me estaré haciendo mayor? ¿Tendré que pasarme a Cortefiel? ¿Diseñarme mis propias camisetas?), saqueé la FNAC a pesar de estar a fines de mes, cené en el VIPS (un fin de semana sin pasar por el VIPS no es fin de semana... por favor, que alguien me recomiende otro sitio)... También vi pasar la Antorcha Olímpica por delante de mi casa (es lo que tiene vivir en el centro de Madrid: la actualidad viene a ti...), un momento fugaz y, desde luego, no tan emocionante como cuando la Antorcha de las Olimpiadas de Barcelona pasó por Pamplona.
Y como no, vi películas... El viernes, noche de DVD en casa, solo, de relax: 54. El sábado, con los amigos, después del fútbol: Scream. Y el domingo, por la tarde, en los cines Ideal: Wilbur se quiere suicidar. ¿Y cuál es la que no me gustó? Pues la última... Me pareció una película casi catequética, de ésas que recomendarían mis profesores de la Universidad de Navarra para hacerse los cinéfilos. Me pareció una historia simple y previsible, con unos personajes muy planos: el cínico que se quiere suicidar por un tonto trauma infantil hasta que descubre la belleza de la vida, el hermano mayor de sonrisa beatífica que todo lo aguanta por el bien de los demás, la enfermera indiscreta que siempre mete la pata... Pero claro, como es una película europea, ambientada en un entorno sucio y pobre (supuestamente costumbrista: bueno, si el costumbrismo es vivir en casas donde no se ha pasado una fregona desde 1967, pues vale...), ya sólo por eso es diferente y digna de aplauso, aunque el guión sea un puro melodrama, aunque la banda sonora sea digna de una película española de los setenta, aunque los supuestos momentos de humor negro sean tan poco ingeniosos (oh, el hermano mayor se emborracha en la fiesta de cumpleaños y vomita sobre el vestido de la niña más repipi... ¿Influencia de los Farrelly en el cine Dogma?)... No sé, a veces no puedo con este snobismo del cine independiente...
Claro, que no es que 54 y Scream sean grandes obras de arte, pero al menos, no engañan a nadie. 54 es una película sin argumento, pero la música y esa estética tan setentera consiguen engancharme: uno termina la película con sensación de buen rollito y lo que quiere es irse a bailar a una discoteca con luces de neón, máquina de humo, bolas de espejos y mucha purpurina. Y de eso se trataba, creo yo, de mostrar que las pistas de baile son universos autónomos, lugares de ensueño que no tienen nada que ver con la realidad chabacana, paraísos artificiales que se desintegran cuando sus habitantes son devorados por la fiesta y se vuelven a encender las luces... Por lo demás, 54 es una de las pruebas más evidentes de que, para trabajar en el cine, cuenta más el físico que el talento. Ryan Philippe (que parece salido de una fotografía de Pierre & Gilles), Salma Hayek y Neve Campbell son intérpretes muy flojos, pero, en realidad, perfectos para sus papeles...
Scream es una de las películas clave de los noventa, ya que consiguió volver a poner de moda el cine de terror adolescente (Sé lo que hicisteis el último verano, Leyenda Urbana, Destino Final, The Faculty... si hasta Jaime Lee Curtis hizo una nueva secuela de La noche de Halloween). Y lo consiguió, creo yo, por sus dosis de ironía metacinematográfica (esos chistes a costa de Tori Spelling, la aparición del director Wes Craven con el jersey a rayas de Freddie Kruger, y sobre todo, las normas para sobrevivir en una película de terror: Nunca digas: vuelvo enseguida), además de por su brillante inicio, diez minutos de suspense protagonizados por Drew Barrymore, un teléfono insistente y uno de los asesinos en serie más torpes y menos eficaces de la historia del cine... por no hablar de su disfraz. ¿Y qué decir de frases tan brillantes como La analogía no es correcta, dicha así, sin estallar en carcajadas? ¿Y de las dementes interpretaciones de David Arquette y Skeet Ulrich, imitador de tercera categoría de Johnny Depp? ¿Y esa banda sonora, de estilo claramente noventero?
¡Larga vida al cine de/con/para adolescentes (especialmente si, cuando viste esas películas, tú eras un adolescente)!
Y como no, vi películas... El viernes, noche de DVD en casa, solo, de relax: 54. El sábado, con los amigos, después del fútbol: Scream. Y el domingo, por la tarde, en los cines Ideal: Wilbur se quiere suicidar. ¿Y cuál es la que no me gustó? Pues la última... Me pareció una película casi catequética, de ésas que recomendarían mis profesores de la Universidad de Navarra para hacerse los cinéfilos. Me pareció una historia simple y previsible, con unos personajes muy planos: el cínico que se quiere suicidar por un tonto trauma infantil hasta que descubre la belleza de la vida, el hermano mayor de sonrisa beatífica que todo lo aguanta por el bien de los demás, la enfermera indiscreta que siempre mete la pata... Pero claro, como es una película europea, ambientada en un entorno sucio y pobre (supuestamente costumbrista: bueno, si el costumbrismo es vivir en casas donde no se ha pasado una fregona desde 1967, pues vale...), ya sólo por eso es diferente y digna de aplauso, aunque el guión sea un puro melodrama, aunque la banda sonora sea digna de una película española de los setenta, aunque los supuestos momentos de humor negro sean tan poco ingeniosos (oh, el hermano mayor se emborracha en la fiesta de cumpleaños y vomita sobre el vestido de la niña más repipi... ¿Influencia de los Farrelly en el cine Dogma?)... No sé, a veces no puedo con este snobismo del cine independiente...
Claro, que no es que 54 y Scream sean grandes obras de arte, pero al menos, no engañan a nadie. 54 es una película sin argumento, pero la música y esa estética tan setentera consiguen engancharme: uno termina la película con sensación de buen rollito y lo que quiere es irse a bailar a una discoteca con luces de neón, máquina de humo, bolas de espejos y mucha purpurina. Y de eso se trataba, creo yo, de mostrar que las pistas de baile son universos autónomos, lugares de ensueño que no tienen nada que ver con la realidad chabacana, paraísos artificiales que se desintegran cuando sus habitantes son devorados por la fiesta y se vuelven a encender las luces... Por lo demás, 54 es una de las pruebas más evidentes de que, para trabajar en el cine, cuenta más el físico que el talento. Ryan Philippe (que parece salido de una fotografía de Pierre & Gilles), Salma Hayek y Neve Campbell son intérpretes muy flojos, pero, en realidad, perfectos para sus papeles...
Scream es una de las películas clave de los noventa, ya que consiguió volver a poner de moda el cine de terror adolescente (Sé lo que hicisteis el último verano, Leyenda Urbana, Destino Final, The Faculty... si hasta Jaime Lee Curtis hizo una nueva secuela de La noche de Halloween). Y lo consiguió, creo yo, por sus dosis de ironía metacinematográfica (esos chistes a costa de Tori Spelling, la aparición del director Wes Craven con el jersey a rayas de Freddie Kruger, y sobre todo, las normas para sobrevivir en una película de terror: Nunca digas: vuelvo enseguida), además de por su brillante inicio, diez minutos de suspense protagonizados por Drew Barrymore, un teléfono insistente y uno de los asesinos en serie más torpes y menos eficaces de la historia del cine... por no hablar de su disfraz. ¿Y qué decir de frases tan brillantes como La analogía no es correcta, dicha así, sin estallar en carcajadas? ¿Y de las dementes interpretaciones de David Arquette y Skeet Ulrich, imitador de tercera categoría de Johnny Depp? ¿Y esa banda sonora, de estilo claramente noventero?
¡Larga vida al cine de/con/para adolescentes (especialmente si, cuando viste esas películas, tú eras un adolescente)!
15 comentarios
ace76 -
Jejeje, pues a mí me gusta "Abre los ojos", ea. Y eso que es vacua, mentirosa y artificial.
Joe -
Y "Abre los ojos" un coñazo. Ea. Y con ese vozarrón cazallero de la nananimi esa quien no los va a abrir???
Xoel -
ace76 -
¿Sabios comentarios? Joserra comentó que el look de Madonna en "Oh Father" era muy similar al de Nicole Kidman en "Los Otros" y... ejem... tiene razón.
ace76 -
Su, yo confio en las rebajas, pero cada vez confio menos en la moda juvenil.
Jaizkibel, estoy contigo en que el personaje de Wilbur tenía sus momentos (aparte de que el actor parece una fotocopia borrosa de Robbie Williams), pero, aun y todo, me pareció muy unidimensional.
Y que gran honor, J ha visitado mi foro, jejeje. A ver cuando viene Xoel.
J -
Jaizkibel -
Su -
Besos
Locusta -
ace76 -
Guionista y disléxico, menuda combinación...
ace76 -
En la FNAC compré DVDs: la colección de videoclips de Madonna; y "Blow up", de Antonioni, una de las películas "pop" por excelencia de los 60.
Teníais que haber visto a Joserra luchando contra el sueño durante la proyección...
Joserra -
Vamos, que no la veais!!!
miguel -
Yo tengo cita con la tienda de discos (¿Sabías que Cirkus quebró? ¿Quien me robara ahora?) el 25 de Julio... "Los Planetas contra la ley de la gravedad"... :-)
Pues a mi Wilbur me gustó, grrrr...
ace76 -
Y te llevo a bailar cuando quieras... BuleríaBulería!
Locusta -