MADRID, UNA HISTORIA DE AMOR (¡Y ODIO!). Capítulo II: Wake up and smell the coffee
En 1998, año cero de mi vida madrileña, Pamplona había descubierto la última moda en bares: ¡las tabernas irlandesas y los pubs ingleses! De repente, en menos de un año, abrieron media docena de locales hechos de supuesta madera y decorados con supuestos elementos pintorescos. Y se desato la locura: imposible encontrar sitio en O´Neills, The Jumping Jester, Gallipot (y eso que seguro que los que habían abierto el local en cuestión se apellidaban Pérez, López o Urrutikoetxea). El colmo llegó cuando se abrió una taberna australiana... y todos sabemos que no hay nada mejor que la cerveza australiana...
El caso es que cuando llegué a Madrid descubrí que ese tipo de locales estaban cayendo en decadencia (si es que las modas tardan en llegar a provincias) y que lo que se llevaban en ese momento eran las cafeterías. Por todas partes surgían Jamaicas, Cafés di Roma y Cafes y Te, con sus exóticas y aromáticas variedades de cafes, tes, infusiones, pastas, tartas... Todo a precios muy poco módicos... Y en efecto, no tardaron en abir algún local de este tipo en Pamplona. Sin embargo, yo echaba algo de menos en Madrid: las auténticas cafeterías, lugares donde reunirse en torno a una taza de café y hablar con los amigos, o pasar un rato solo mientras se lee un libro y se contempla el paisaje humano que te rodea, locales donde el café sabe a café y las tartas son realmente apetitosas. En Pamplona, por ejemplo, tenemos el Café Vienés, en medio del parque de la Taconera, uno de los lugares más recomendables de la Vieja Iruna (además del propio Café Iruña, donde estuvo el propio Hemingway).
El primer que encontré fue el Pepe Botella, en la plaza Dos de Mayo. ¿Qué es lo que me llevó ahí? O mejor dicho, ¿qué es lo que le ha dado fama al local? Que, quizás, te encuentres con Eduardo Noriega y Alejandro Amenábar (aunque lo más fácil es que veas a Mateo Gil, cosa que no tiene la misma categoría, la verdad). ¿Y por qué iban estos chicos al Pepe Botella? ¿Por la calidad del café? ¿Por la simpatía de sus camareros? Pues no, simplemente porque les pillaba al lado de casa... y es que Amenábar vivió en la casa en la que vivió el chico del carrusel, en la Calle San Vicente Ferrer (si queréis ver el interior del piso, consultad el "making of" en el DVD de "Tesis"). El caso es que, con el tiempo, ya me di cuenta que ir al mismo café que Amenábar no es el camino para triunfar en el mundo del cine...
El segundo descubrimiento fue el Café de la Palma, en la calle de idem. Recuerdo que una noche fui con Esti, su amigo Aimar y otros amigos suyos euskaldunes. Creo que es de las pocas veces que he hablado algo de euskera en público... Lo mejor de la noche fue cuando un mago se acercó a hacernos varios trucos con una baraja. Fue una buena experiencia cafetil. El problema es que, en aquella época, aun no me orientaba bien por el Centro y tardé en volver a encontrar el local. Yo lo recordaba cercano a Tribunal... y está más bien cercano a Noviciado. Por lo demás, ya tuve tiempo para hartarme de magos en una época oscura de mi vida en la que frecuentaba el Zaratán con mis compis de trabajo de la época...
El tercer hallazgo fue el Café Barbieri, al lado de la Plaza de Lavapies. Éste es un café muy grande, de techos altos, suelo de madera, ventanas sucias, paredes desconchadas e incómodas mesas... y es que no son mesas, son restos de viejas máquinas de coser. Me gusta ese local, tiene un cierto aire de decadencia, de lugar que conoció tiempos mejores, de historias auténticas y no impostadas. No sé por qué, pero cuando estoy en él, pienso en Cuba, en los locales que se abrían en las colonias para recuperar algo del lujo y de las comodidades abandonadas en la metrópoli.
El Diurno, el cuarto decorado de mi vida madrileña, no tiene nada que ver con el Barbieri. Todo lo que éste lo tiene de desvencijado, lo tiene el Diurno de sofisticación. Es un local chic, cool y a la última (es decir, que no tardara en pasarse de moda). Ahí no me extrañaría nada encontrarme con Carrie Bradshow, aunque, de momento sólo he visto por ahí a Inma del Moral... El café no es muy rico, y los muffins tienen mejor aspecto externo que sabor, pero a veces apetece sentirse moderno y cosmopolita. Además, el Diurno tiene hasta videoclub: puedes recorrerte la sala de cine independiente para presumir de culto y luego llevarte a casa el DVD de "Scary Movie 3".
De todas formas, no le pronostico una vida muy larga al Diurno... Mi quinto local se llamaba "Elfindelafán", estaba muy cerca de mi casa y tenía un salón en la planta baja decorado al más puro estilo poppy, con mesas y asientos de su padre y de su madre, incluyendo legendarios sofás de sky (¿como se escribe eso?) y no menos míticas sillas de fornica. Un buen día, apareció cerrado... De hecho, hasta se habían llevado el rótulo... Adiós "Elfindelafán", nunca supe si era "El fin del afán", o un juego tonto de palabras entre francés y español: "El fin de la fán".
Y por último, mi café favorito, descubierto gracias al Taller de Relatos al que asistí el año pasado: el Café Ajenjo. Es un local semioculto, en una calle estrecha y poco visible. Y el Ajenjo sí que es "un lugar donde reunirse en torno a una taza de café y hablar con los amigos, o pasar un rato solo mientras se lee un libro y se contempla el paisaje humano que te rodea, un local donde el café sabe a café y las tartas son realmente apetitosas". Y además, sirven deliciosos batidos naturales, comprobadlo por vosotros mismos.
(PD: Y la huelga de "handling" ha sido desconvocada. Una vez más, el heroico Ace76 vence a la maldición de LoMonaco)
El caso es que cuando llegué a Madrid descubrí que ese tipo de locales estaban cayendo en decadencia (si es que las modas tardan en llegar a provincias) y que lo que se llevaban en ese momento eran las cafeterías. Por todas partes surgían Jamaicas, Cafés di Roma y Cafes y Te, con sus exóticas y aromáticas variedades de cafes, tes, infusiones, pastas, tartas... Todo a precios muy poco módicos... Y en efecto, no tardaron en abir algún local de este tipo en Pamplona. Sin embargo, yo echaba algo de menos en Madrid: las auténticas cafeterías, lugares donde reunirse en torno a una taza de café y hablar con los amigos, o pasar un rato solo mientras se lee un libro y se contempla el paisaje humano que te rodea, locales donde el café sabe a café y las tartas son realmente apetitosas. En Pamplona, por ejemplo, tenemos el Café Vienés, en medio del parque de la Taconera, uno de los lugares más recomendables de la Vieja Iruna (además del propio Café Iruña, donde estuvo el propio Hemingway).
El primer que encontré fue el Pepe Botella, en la plaza Dos de Mayo. ¿Qué es lo que me llevó ahí? O mejor dicho, ¿qué es lo que le ha dado fama al local? Que, quizás, te encuentres con Eduardo Noriega y Alejandro Amenábar (aunque lo más fácil es que veas a Mateo Gil, cosa que no tiene la misma categoría, la verdad). ¿Y por qué iban estos chicos al Pepe Botella? ¿Por la calidad del café? ¿Por la simpatía de sus camareros? Pues no, simplemente porque les pillaba al lado de casa... y es que Amenábar vivió en la casa en la que vivió el chico del carrusel, en la Calle San Vicente Ferrer (si queréis ver el interior del piso, consultad el "making of" en el DVD de "Tesis"). El caso es que, con el tiempo, ya me di cuenta que ir al mismo café que Amenábar no es el camino para triunfar en el mundo del cine...
El segundo descubrimiento fue el Café de la Palma, en la calle de idem. Recuerdo que una noche fui con Esti, su amigo Aimar y otros amigos suyos euskaldunes. Creo que es de las pocas veces que he hablado algo de euskera en público... Lo mejor de la noche fue cuando un mago se acercó a hacernos varios trucos con una baraja. Fue una buena experiencia cafetil. El problema es que, en aquella época, aun no me orientaba bien por el Centro y tardé en volver a encontrar el local. Yo lo recordaba cercano a Tribunal... y está más bien cercano a Noviciado. Por lo demás, ya tuve tiempo para hartarme de magos en una época oscura de mi vida en la que frecuentaba el Zaratán con mis compis de trabajo de la época...
El tercer hallazgo fue el Café Barbieri, al lado de la Plaza de Lavapies. Éste es un café muy grande, de techos altos, suelo de madera, ventanas sucias, paredes desconchadas e incómodas mesas... y es que no son mesas, son restos de viejas máquinas de coser. Me gusta ese local, tiene un cierto aire de decadencia, de lugar que conoció tiempos mejores, de historias auténticas y no impostadas. No sé por qué, pero cuando estoy en él, pienso en Cuba, en los locales que se abrían en las colonias para recuperar algo del lujo y de las comodidades abandonadas en la metrópoli.
El Diurno, el cuarto decorado de mi vida madrileña, no tiene nada que ver con el Barbieri. Todo lo que éste lo tiene de desvencijado, lo tiene el Diurno de sofisticación. Es un local chic, cool y a la última (es decir, que no tardara en pasarse de moda). Ahí no me extrañaría nada encontrarme con Carrie Bradshow, aunque, de momento sólo he visto por ahí a Inma del Moral... El café no es muy rico, y los muffins tienen mejor aspecto externo que sabor, pero a veces apetece sentirse moderno y cosmopolita. Además, el Diurno tiene hasta videoclub: puedes recorrerte la sala de cine independiente para presumir de culto y luego llevarte a casa el DVD de "Scary Movie 3".
De todas formas, no le pronostico una vida muy larga al Diurno... Mi quinto local se llamaba "Elfindelafán", estaba muy cerca de mi casa y tenía un salón en la planta baja decorado al más puro estilo poppy, con mesas y asientos de su padre y de su madre, incluyendo legendarios sofás de sky (¿como se escribe eso?) y no menos míticas sillas de fornica. Un buen día, apareció cerrado... De hecho, hasta se habían llevado el rótulo... Adiós "Elfindelafán", nunca supe si era "El fin del afán", o un juego tonto de palabras entre francés y español: "El fin de la fán".
Y por último, mi café favorito, descubierto gracias al Taller de Relatos al que asistí el año pasado: el Café Ajenjo. Es un local semioculto, en una calle estrecha y poco visible. Y el Ajenjo sí que es "un lugar donde reunirse en torno a una taza de café y hablar con los amigos, o pasar un rato solo mientras se lee un libro y se contempla el paisaje humano que te rodea, un local donde el café sabe a café y las tartas son realmente apetitosas". Y además, sirven deliciosos batidos naturales, comprobadlo por vosotros mismos.
(PD: Y la huelga de "handling" ha sido desconvocada. Una vez más, el heroico Ace76 vence a la maldición de LoMonaco)
10 comentarios
Jordan 4 -
ace76 -
Sí, Miguel, ese al que fuimos con Amaya era "Elfindelafán". Y sí, habrá artículos sobre bares y restaurantes... (Ya veo que hay demanda, jejeje)
Jose -
Joserra -
Su -
Antoñito melancólico, jeje, me uno a Miguelito, habla del Vip´s, del Ginnos y sus enterradores...
mce79 -
En mis visitas madrileñas he conocido algunos antros más. Me imagino que en breve habrá un artículo sonbre bares, ¿no? A mi me molaron "Las cuevas de Sesamo", que lo tienes al lado de casa. Ahi, con su pianico, sus citas pintadas en la pared, su sangría, y su clientela haciendose la interesante...
¿Y habrá también capítulo dedicado a la comida basura? mmm, Vips, Dunkies, Rodillas...
Joserra -
ace76 -
Pues sí, Joserrín, el Barbieri me hace pensar en Cuba... en la imagen que yo tengo de Cuba, por lo menos. Aunque el local, realmente, no tiene nada de cubano.
dee -
Joserra -
-El Pepe Botella me parece una sosada: lo conocí cuando viví en la casa amenabariana y fui alguna vez con mis compis de piso, pero ya digo, un rollo.
-El fin del afán: ¿ha cerrado? no lo sabía, sólo he estado un par de veces con la pandi y me gustó, no sé, es gracioso ver, como dice Ace, como cogiendo la decoración de casa de mis padres puedo decorar un local "a la última".
-El Diurno: es como un lugar para que se concentren los mariquitas más cool del momento, vamos, qeu como entres con gafas de varilla y no de pasta te echan a patadas, y como no estes cachitas pues no sé, te comes un muffinnnn. Y no sé, supongo que le quedarán unos cuantos añitos.
-Y por último, el Cafe Ajenjo, descubierto gracias a Ace, me parece, realmente, maravilloso. Un misterioso hombrecillo (no por tamaño sino para que quede más misterioso) lo regenta. Tu le pides un batido de chocolate y el te lo prepara en ese momento: recoge varias bolas de helado, hielos y pasa un ratillo preparándolo con mimo (el mimo se paga, claro) hasta que te lo sirve. y sí, en ese lugar la charla sale sola, la verdad.