MADRID, UNA HISTORIA DE AMOR (¡Y ODIO!). Capítulo I: Fuencarral Street
Carrie Bradshow decía, en uno de los capítulos de "Sexo en NY", que su auténtico novio, con el que vivía su mayor romance, era el propio NY, "the city that never sleeps". Madrid también es una ciudad que nunca duerme y, desde luego, no creo que tenga nada que envidiar a Nueva York. Total, el sexo es igual en todas partes, y en Madrid hay mucho estilo. Estilo propio, pero estilo.
Es mucho más fácil admirar el "glamour" de Madrid si uno viene de una pequeña ciudad de provincias con la cesta de gallinas bajo el brazo. Más o menos, así llegué yo a la capital. Y si vine aquí, fue porque no tenía más remedio. Con lo bien que estaba yo en Pamplona, con su Casino Eslava, su Canal 4, su Universidad de Navarra, sus opusitas y sus borrokas... Pero decidí venirme a la ECAM y triunfar en el mundo del cine (que triunfaré, sí que sí). Y allí comenzó mi historia de amor (y odio) con esta ciudad a la que, de momento, no tengo ninguna intención de abandonar.
En nuestros comienzos, lo que más hubo fue odio que amor, si he de ser sincero. Claro, uno se viene a la ciudad a hacer unas pruebas de acceso cual casting de OT y acaba alojándose, junto con otros compañeros de facultad tan despistados como yo, en una miserable pensión de la Calle Fuencarral, muy similar a la que salía en "El día de la bestia". Yo pensé que sí la calle Fuencarral aparece en el Monopoly, no puede ser una mala calle, pero... Aun recuerdo la oscuridad que reinaba en la calle cuando salimos de la boca de metro de Tribunal, un miércoles a las once y pico de la noche. Las aceras desiertas, las farolas apagadas, gente extraña en las esquinas. ¿Serían drogadictos pinchándose? No nos paramos a descubrirlo, pero, por si acaso, apretamos el paso. Y yo me decía: "Si he sobrevivido a Estambul, ¿cómo no voy a sobrevivir a Madrid? ¿Pero esto es Madrid o el Londrés del siglo XIX?". Tampoco me olvido de la cena en el McDonalds de Gran Vía (para mí, en aquel tiempo, una hamburguesa era tan exótica como un kebab o un plato de cocina camboyana), y de como me quedé boquiabierto al contemplar ese gran monumento POP que es el rótulo luminoso de Schewppes... una nueva referencia a "El día de la Bestia" y una nueva demostración de que Madrid tiene el mismo potencial cinematográfico que Manhattan. Ellos tienen Times Square, nosotros la plaza de Callao.
Durante mi primer año en Madrid, al volver a casa después de una noche de sábado, atravesar la calle Fuencarral me parecía jugarme la vida. Sobre todo, al pasar por la esquina donde siembre había gente extraña. Al segundo año, alguien decidió abrir un centro comercial "alternativo" en Tribunal y Fuencarral pasó de ser el Bronx madrileño a convertirse en el SoHo, con sus tiendas de ropa de diseños, sus boutiques de Energie, Diesel, Adolfo Domínquez, Divina Providencia, Lois, Puma (¿Lois? ¿Puma? Sí, todo vuelve... ¡Reebok, te echamos de menos!)... Y en la esquina de los drogadictos terminó abriendo sus puertas una tienda de Custo Barcelona. Ahora ya no da miedo la gente extraña, pero sí los precios... Además de esa duda infernal que siempre me corroe en ese tipo de tiendas: "¿Esto es ropa para chicas o para chicos?"
Es mucho más fácil admirar el "glamour" de Madrid si uno viene de una pequeña ciudad de provincias con la cesta de gallinas bajo el brazo. Más o menos, así llegué yo a la capital. Y si vine aquí, fue porque no tenía más remedio. Con lo bien que estaba yo en Pamplona, con su Casino Eslava, su Canal 4, su Universidad de Navarra, sus opusitas y sus borrokas... Pero decidí venirme a la ECAM y triunfar en el mundo del cine (que triunfaré, sí que sí). Y allí comenzó mi historia de amor (y odio) con esta ciudad a la que, de momento, no tengo ninguna intención de abandonar.
En nuestros comienzos, lo que más hubo fue odio que amor, si he de ser sincero. Claro, uno se viene a la ciudad a hacer unas pruebas de acceso cual casting de OT y acaba alojándose, junto con otros compañeros de facultad tan despistados como yo, en una miserable pensión de la Calle Fuencarral, muy similar a la que salía en "El día de la bestia". Yo pensé que sí la calle Fuencarral aparece en el Monopoly, no puede ser una mala calle, pero... Aun recuerdo la oscuridad que reinaba en la calle cuando salimos de la boca de metro de Tribunal, un miércoles a las once y pico de la noche. Las aceras desiertas, las farolas apagadas, gente extraña en las esquinas. ¿Serían drogadictos pinchándose? No nos paramos a descubrirlo, pero, por si acaso, apretamos el paso. Y yo me decía: "Si he sobrevivido a Estambul, ¿cómo no voy a sobrevivir a Madrid? ¿Pero esto es Madrid o el Londrés del siglo XIX?". Tampoco me olvido de la cena en el McDonalds de Gran Vía (para mí, en aquel tiempo, una hamburguesa era tan exótica como un kebab o un plato de cocina camboyana), y de como me quedé boquiabierto al contemplar ese gran monumento POP que es el rótulo luminoso de Schewppes... una nueva referencia a "El día de la Bestia" y una nueva demostración de que Madrid tiene el mismo potencial cinematográfico que Manhattan. Ellos tienen Times Square, nosotros la plaza de Callao.
Durante mi primer año en Madrid, al volver a casa después de una noche de sábado, atravesar la calle Fuencarral me parecía jugarme la vida. Sobre todo, al pasar por la esquina donde siembre había gente extraña. Al segundo año, alguien decidió abrir un centro comercial "alternativo" en Tribunal y Fuencarral pasó de ser el Bronx madrileño a convertirse en el SoHo, con sus tiendas de ropa de diseños, sus boutiques de Energie, Diesel, Adolfo Domínquez, Divina Providencia, Lois, Puma (¿Lois? ¿Puma? Sí, todo vuelve... ¡Reebok, te echamos de menos!)... Y en la esquina de los drogadictos terminó abriendo sus puertas una tienda de Custo Barcelona. Ahora ya no da miedo la gente extraña, pero sí los precios... Además de esa duda infernal que siempre me corroe en ese tipo de tiendas: "¿Esto es ropa para chicas o para chicos?"
8 comentarios
Amaya -
Amaya -
mce76 -
ace76 -
mce79 -
Tengo grandes recuerdos de la ciudad de Madrid, pero odio sus aceras estrechas y sucias y superpobladas, su aspecto gris y triste y su exceso de prostitutas, yonkies y camellos.
dee -
Joserra -
Pero tengo que volver a vivir en el centro, para mí es algo bastante fundamental para volver a sentir la ciudad bajo mis pies.
Su -
Jejeje, te entiendo, la primera vez que fui a Madrid ( ver a esos amigos de algún día te presentare) me sentí como Paco Martínez Soria en la ciudad, con cara de sorpresa en cada esquina, y eso que yo iba un fin de semana. Pero que quieres que te diga, creo que sería incapaz de vivir en Madrid, que me pierdo... (en todos los sentidos, jejeje)