EVERYDAY IS A WINDING ROAD
Aquí estoy yo, escuchando los grandes éxitos de Sheryl Crow, la que es posiblemente una de las mujeres más guapas del planeta. Y es que Lance Armstrong no sólo ha ganado su sexto Tour sino que encima comparte cama con ella. No le bastó con sobrevivir al cáncer... los hay con suerte.
Iluso de mí, yo que pensé que si Miguel Indurain no había conseguido ganar un sexto Tour, nadie podría hacerlo. Parecía existir una fuerza superior al hombre que impedía que esa cifra fuera superada, una conspiración de energías oscuras para que los campeones se estrellaran contra la historia y se hundieran cuando se atrevían a desafiar al destino. La imagen de Miguel Indurain desfalleciendo mientras subía las rampas del puerto de Les Arcs está marcada a fuego en el alma de todo navarro. Los Sanfermines nunca volvieron a ser iguales y el cántico de "Sexto Tour, Sexto Tour" no se hizo realidad.
Pero Lance Armstrong es el hombre de los milagros. Y si volvió de entre los muertos y superó una metástasis en el cerebro, escaparse a los designios de los dioses del ciclismo era para él un juego de niños. Es cierto que en este Tour el estadounidense no ha tenido competencia, que sus rivales no han luchado, que no ha surgido un nuevo hombre de la nada... pero también es cierto que, para los grandes campeones, el mayor enemigo está dentro del alma. Lance Armstrong ha ganado su sexto Tour con autoridad, arrasando, rabioso por no haberse ganado el corazón de esos aficionados al cilismo que le han insultado mientras rompía el reloj en los muros de Alpe D´Huez y que, a diferencia de otros deportes donde los ganadores se convierten en dioses humanos, siempre siente mayor simpatía por los derrotados, por los luchadores, por esos ciclistas como Pantani o Jiménez a los que la carretera les devora la vida. Y si se cumple otra ley del Tour que obliga a que los triunfos se cuenten en cifras impares, Lance Armstrong volverá a estar el año que viene en lo más alto del podio de los Campos Eliseos.
Beloki, vuelve pronto...
Iluso de mí, yo que pensé que si Miguel Indurain no había conseguido ganar un sexto Tour, nadie podría hacerlo. Parecía existir una fuerza superior al hombre que impedía que esa cifra fuera superada, una conspiración de energías oscuras para que los campeones se estrellaran contra la historia y se hundieran cuando se atrevían a desafiar al destino. La imagen de Miguel Indurain desfalleciendo mientras subía las rampas del puerto de Les Arcs está marcada a fuego en el alma de todo navarro. Los Sanfermines nunca volvieron a ser iguales y el cántico de "Sexto Tour, Sexto Tour" no se hizo realidad.
Pero Lance Armstrong es el hombre de los milagros. Y si volvió de entre los muertos y superó una metástasis en el cerebro, escaparse a los designios de los dioses del ciclismo era para él un juego de niños. Es cierto que en este Tour el estadounidense no ha tenido competencia, que sus rivales no han luchado, que no ha surgido un nuevo hombre de la nada... pero también es cierto que, para los grandes campeones, el mayor enemigo está dentro del alma. Lance Armstrong ha ganado su sexto Tour con autoridad, arrasando, rabioso por no haberse ganado el corazón de esos aficionados al cilismo que le han insultado mientras rompía el reloj en los muros de Alpe D´Huez y que, a diferencia de otros deportes donde los ganadores se convierten en dioses humanos, siempre siente mayor simpatía por los derrotados, por los luchadores, por esos ciclistas como Pantani o Jiménez a los que la carretera les devora la vida. Y si se cumple otra ley del Tour que obliga a que los triunfos se cuenten en cifras impares, Lance Armstrong volverá a estar el año que viene en lo más alto del podio de los Campos Eliseos.
Beloki, vuelve pronto...
8 comentarios
Chane -
ace76 -
Locusta -
Estoy a punto de terminar las Vírgenes... quedamos este finde y te las retorno...
Ibicenca -
ace76 -
Manué -
Vacaciones para mi -
ace76 -