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El blog de ace76

TRAMPOLÍN REFORMA 7B

TRAMPOLÍN REFORMA 7B

¡Aire!

El martes fui con Esti y Joserra a ver "Trampolín reforma 7b", una obra de teatro independiente inspirada en la vida y obra de Horacio Quiroga en la que actúa nuestro Jorge. La pieza es una acumulación de momentos, frases y sensaciones sin un hilo conector, sin coherencia extrerna (y puede que ni interna). Un extraño experimento en el que se hace muy difícil entrar, pero que arrastra por momentos. Es una coreografía de movimientos, palabras, ruidos y música donde los actores, más que interpretar personajes, funcionan como marionetas o autómatas al servicio de las ideas del autor de la obra. Evidentemente, una propuesta arriesgada como ésta puede aburrir soberanamente o fascinar. No se le puede negar que consigue dirigirse al lado oscuro, a la parte más visceral del alma del espectador. A mí, por lo menos, me hizo pensar y me dio muy mal rollito. Me quedo con la idea de que las cosas nunca son "más o menos": las cosas son las cosas (la Luna en el cielo ES la Luna en el cielo. Nunca puede ser "la Luna en el cielo, más o menos"); así como con esta frase: "pudre más el miedo que la muerte".

Y a todo esto, ¿quién es Horacio Quiroga? ¡Wikipedia al rescate!

Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 - Buenos Aires, Argentina, 19 de febrero de 1937), notable cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista. Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza como enemiga del ser humano bajo rasgos temibles y horrorosos, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe.

La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes de caza y los suicidios, culminó por decisión propia, al beber voluntariamente un vaso de cianuro en un hospital porteño a los 58 años de edad.

Desde el comienzo de su vida, Quiroga vivió sumergido en acontecimientos trágicos: con apenas tres meses de edad, presenció desde los brazos de su madre cómo moría su padre de un disparo accidental de su propia escopeta, al intentar descender de una embarcación con el arma en una posición incorrecta. El estampido del arma y el horroroso espectáculo provocaron que Pastora dejara caer al niño, que se golpeó contra las tablas del muelle.

En 1891 su madre se volvió a casar —esta vez con Ascencio Barcos—, y el pequeño Quiroga aceptó su decisión y llegó a querer profundamente a su padrastro. Tras cinco años de matrimonio, Barcos, que había sufrido un derrame cerebral que lo paralizaba y le impedía el habla, se suicida disparándose en la frente con una pistola.

Durante el carnaval de 1898, el joven poeta conoció a su primer amor, una niña llamada María Esther Jurkovski, que inspiraría dos de sus obras más importantes: Las sacrificadas (1920) y Una estación de amor. Pero los desencuentros provocados por los padres de la joven —que reprobaban la relación— hicieron crisis y precipitaron la separación definitiva.

La alegría que le provocó la aparición de su primer libro (Los arrecifes de coral, poesía, 1901, dedicado a Lugones) se vio trágicamente opacada —una vez más— por las muertes de dos de sus hermanos, Prudencio y Pastora, víctimas de la fiebre tifoidea en el Chaco. El funesto año de 1901 guardaba aún otra espantosa sorpresa para el escritor: su amigo Federico Ferrando, que había recibido malas críticas del periodista montevideano Germán Papini Zas, comunicó a Quiroga que deseaba batirse a duelo con aquél. Horacio, preocupado por la seguridad de Ferrando, se ofreció a revisar y limpiar el revólver que iba a ser utilizado en la disputa. Inesperadamente, mientras inspeccionaba el arma, se le escapó un tiro que impactó en la boca de Federico, matándolo instantáneamente. Llegada al lugar la policía, Quiroga fue detenido, sometido a interrogatorio y posteriormente trasladado a una cárcel correccional. Al comprobarse la naturaleza accidental y desafortunada del homicidio, el escritor fue liberado tras cuatro días de reclusión.

Enamorado de una de sus alumnas —la adolescente Ana María Cirés—, le dedicó su primera novela, titulada Historia de un amor turbio. Quiroga insistió en la relación frente a la oposición de los padres de la doncella, obteniendo por fin el permiso para casarse y llevarla a vivir a la selva con él. Los flamantes suegros de Quiroga, preocupados por los riesgos de la vida salvaje, siguieron al matrimonio y se trasladaron a Misiones con su hija y yerno. Así, pues, el padre de Ana María, su madre y una amiga de esta, se instalaron en una casa cercana a la vivienda del matrimonio Quiroga

Pero la esposa de Quiroga no estaba contenta: no lograba adaptarse a la vida selvática y pedía a su esposo, una y otra vez, que regresaran a Buenos Aires o, si él quería quedarse, que le permitiera volver sola. Ante la cerrada negativa del literato a ambas posibilidades, e inmersa en una gravísima crisis depresiva, Ana María sumó una nueva tragedia en la vida de Quiroga, suicidándose con veneno en 1915 luego de una violenta pelea con el escritor. Sufrió una espantosa agonía de ocho días, muriendo luego entre horribles sufrimientos y dejando a Horacio y a los niños sumidos en la más oscura desesperación.

Poco después, Horacio regresó a Misiones. Nuevamente enamorado, esta vez de la joven de 17 años Ana María Palacio, intentó convencer a los padres de que la dejasen ir a vivir con él a la selva. La negativa de éstos y el consiguiente fracaso amoroso inspiró el tema de su segunda novela, Pasado amor, publicada en 1929. Finalmente, cansados ya del pretendiente, los padres de la joven la llevaron lejos y Quiroga se vio obligado a renunciar a su amor.

Para 1927, Horacio había decidido criar y domesticar animales salvajes, mientras publicaba su nuevo libro de cuentos, Los desterrados. Pero el enamoradizo artista había fijado ya los ojos en la que sería su último y definitivo amor: María Elena Bravo, compañera de escuela de su hija Eglé, que sucumbió a sus reclamos y se casó con él en el curso de ese mismo año sin haber cumplido 20 años.

En ese año de 1935 Quiroga comenzó a experimentar molestos síntomas, aparentemente vinculados con una prostatitis u otra enfermedad prostática. Al intensificarse los dolores y dificultades para orinar, su esposa logró convencerlo de trasladarse a Posadas, ciudad en la cual los médicos le diagnosticaron hipertrofia de próstata.

Pero los problemas familiares de Quiroga continuarían: su esposa e hija lo abandonaron definitivamente, dejándolo —solo y enfermo— en la selva. Ellas volvieron a Buenos Aires, y el ánimo del escritor decayó completamente ante esta grave pérdida.

Cuando el estado de la enfermedad prostática hizo que no pudiese aguantar más, Horacio viajó a Buenos Aires para que los médicos tratasen sus padecimientos. Internado en el prestigioso Hospital de Clínicas de Buenos Aires a principios de 1937, una cirugía exploratoria reveló que sufría de un caso avanzado de cáncer de próstata, intratable e inoperable.

Al ser internado Quiroga en el Clínicas, se había enterado de que en los sótanos se encontraba encerrado un monstruo: un desventurado paciente con espantosas deformidades similares a las del tristemente célebre inglés Joseph Merrick (el "Hombre Elefante"). Compadecido, Quiroga exigió y logró que el paciente —llamado Vicente Batistessa— fuera liberado de su encierro y se lo alojara en la misma habitación donde estaba internado el escritor. Como era de esperar, Batistessa se hizo amigo y rindió adoración eterna y un gran agradecimiento al gran cuentista.

Desesperado por los sufrimientos presentes y por venir, y comprendiendo que su vida había acabado, el soberbio Horacio Quiroga confió a Batistessa su decisión: se anticiparía al cáncer y abreviaría su dolor, a lo que el otro se comprometió a ayudarlo. Esa misma madrugada (19 de febrero de 1937) y en presencia de su amigo, Horacio Quiroga bebió un vaso de cianuro que lo mató pocos minutos después entre espantosos dolores

Está claro que "trampolín reforma 7b" no iba a ser una comedia...

7 comentarios

ace76 -

Pilar, yo no me creo nada, soy un simple espectador, y juzgo lo que veo y lo que siento, ya está. No suelo cerrarme a nada, por lo general.

Pilar C. -

Oye, y tu quien te crees que eres para decir que por momentos "te lleva" o algo así? ¡Hombre!, será tu cerrazón, y claro la de "Esti", que para mala...

ace76 -

Es un artículo divulgativo y muy bien documentado, estimado corredero. :-P

No esperaba que tuviera ni un solo comentario, jajaja

Corredero -

Que bonito artículo "corta-pega" en su 80% te has marcado, querido...

Shhhh! -

Ni siquiera he podido leerlo entero... al sexto suicidio me he rallado...
...me quedo con mi vida sosa y aburrida! donde va a parar!!!

Joserra -

Dios mío, y en la obra hubo risas!!!

Maggie Wang -

pos bueno, pos fale, pos malegro. Viendo que no te atreves a recomendarla, nuzé, superafavor de que nos sigas hablando de San Fermín, que siempre da más para la risa.