COSAS QUE HACER EN MADRID CUANDO TU MADRE VIENE DE VISITA
Ocho años después de mi llegada a Madrid (y unos seis meses después de la llegada de mi hermano), mi madre vino de visita a Madrid sin tener excusa laboral. Vino, simplemente, a ver a sus dos hijos. Y a Amaya. Y a los perritos. Y a Flauta.
El viernes por la noche quise llevarles al ComePrima, nuestro italiano favorito, pero cuando llamé a mediodía, me dijeron que ya no quedaban mesas. Lástima. Acabamos estrenando el DiLucca que acaban de abrir donde estaba el Ducados Café. Cenamos bien. E incluso había camareros italianos, cosa que hace que uno tenga más fe en la italianidad de la carbonara y el pesto que te sirven.
El sábado por la mañana fuimos al Thyssen, haciendo un recorrido por la historia del arte desde las vírgenes medievales hasta Mondrian, Rothko y Lichtenstein, pasando por el Impresionismo y el Expresionismo. El Thyssen me gusta, es un museo muy completo. Eso sí, cuadros famosos, de los que conoce todo el mundo y salen en todos los libros de arte, no tiene. Mi hermano daba grandes bostezos en las salas de pintura flamenca.
Después llegó el gran momento del fin de semana: compramos sandwiches en el Rodilla y nos dirigimos a la casa de mce79 para que mi madre la conociera. Con lo que no contamos es con la presencia de los bomberos y la policía para comprobar la estabilidad de la escalera principal del edificio. ¿Colapso? ¿Desalojo? Por suerte, todo se quedó en un susto y en Amaya murmurando sobre los "vecinos patéticos". A mi madre le gustó el apartamento de los niños, así que todos contentos. Vagueamos un poco en el sofá y sacamos a pasear a Chopin y Wendy. A mi familia, antes, no le gustaban nada los perros. Ahora nos peleamos por ver a quien le hacen más caso los chuchos, por llevarlos de la correa, por jugar con ellos. A mí ya me reconocen y no me ladran, ni se asustan de mí como antes. Lo único malo es que Chopin me muerde los vaqueros cuando corremos por el parque. Pero es tan mono que se le perdona todo... mientras no muerda en carne, claro.
Por la noche nos acercamos hasta el Kinepolis, cenamos en el Wok y vimos "El velo pintado", melodramática adaptación literaria con Naomi Watts, Edward Norton y Liev Schreiber, sin mayor interés. Muy bonita música, muy hermosa fotografía de paisajes exóticos, infidelidades, amores desgraciados, epidemias de cólera y monjas francesas. Todo muy previsible, según mi madre.
El domingo por la mañana mi madre quería ir a misa a San Fermín de los Navarros, iglesia franciscana que hay en Chamberí, así que la acompañé y me santifiqué un poco. Al salir de misa dimos un paseo por esa parte de Madrid, para que mi madre vea que no todo en la capital son callejuelas estrechas con edificios viejos y paredes llenas de graffitis. Comimos en el Vips del Centro Comercial Príncipe Pío y nos acercamos a la Plaza de España, el Templo de Debod, el Palacio Real, la Almudena... el típico paseo por el Centro de Madrid. Después, más perritos en el parque y una partida al Mario Party en la casa de la escalera semirruinosa. Gane yo, cosa rara, gracias a los avatares del destino. Acompañé a mi madre hasta su hotel y así terminó mi fin de semana.
10 comentarios
Joserra -
mce79 -
DECA -
maggie wang -
Jose -
A ver si nos vemos, cabezon.
Soliloco -
Por cierto... madrid está sucio y puntopelota, hombreya.
ace76 -
Sí, Miguel, es DiBocca, me he equivocado.
Soli, las iglesias no dan susto, jejeje
Corredero -
mce79 -
Mis grandes bostezos se debieron al sueño, no al aburrimiento. A mi el Thyssen no me gusta precisamente porque no tiene grandes obras que te hagan pararte y decir ¡Oh!
En cuanto al velo pintado... en fin... ahí sí que hubo bostezos justificados.
La partida del Mario Party debería ser impugnada. En la prueba definitiva impediste que Amaya viera la partida y, además, ella estaba hablando por teléfono. Y me robaste 95 monedas... grrr...
Soliloco -