NY
Llevo unas semanas con el Kazaa echando humo mientras se baja capítulos de "Sexo en Nueva York". La primera vez que vi la serie no le vi la gracia. De hecho, sigo creyendo que los primeros episodios son bastante flojos. La redescubrí gracias a Esti, a quien le prestaron el DVD de la primera temporada y nos la vimos casi de un tirón. Ahora me he descargado, capítulo a capítulo, la quinta y la sexta temporada, y me los veo en mi ordenador por la noche antes de acostarme (y en inglés, y he de decir que lo entiendo casi todo, cosa que me sorprende y me satisface a partes iguales). Me gusta la ligereza con la que habla de cosas serias como las relaciones sexuales, la búsqueda del amor, la maternidad, la amistad, sin ningún tipo de moralina... en este sentido, los guiones son modélicos: desarrollar cuatro tramas completas en treinta minutos, con abundantes personajes secundarios, diálogos a cuatro bandas y una voz en off que no molesta tiene mucho más mérito del que parece (aquí, en España, por ejemplo, no sabemos hacerlo... Lo que ganaría "Aquí no hay quien viva" si le recortaran quince minutos). También me gusta el buen acabado final del producto, y como no, ese ambiente de pijerio ultramáximo en el que se desarrolla la serie. Yo también quiero ser columnista en un periódico y comprarme unos zapatos de seiscientos dólares cuando me dé la gana. Bueno, zapatos no, otras cosas... Dvds, libros, discos, un equipo de Bang & Olufsen...
Nueva York, más en concreto, Manhattan, es el quinto personaje de la serie. Es un Nueva York más idealizado que real, el Nueva York "como debería de ser", no el que realmente es. La última vez que estuve ahí hubo dos cosas que me llamaron la atención: lo mal que viste la gente y la poca gente joven que vi por las calles. Desde luego, esas señoras gordas, vestidas con camisetas que no disimulan sus tetas flacidas, peinadas con horrorosas permanentes, no suelen salir en las películas. Y la estación de Jamaica, el intercambiador que cogía todos los días, no tiene ningún encanto, suelos sucios, paredes llenas de graffittis. Claro, que ahí no se habla inglés, se habla español. Vayas donde vayas, en Nueva York siempre hay alguien que habla español. En cualquier lugar donde haya más de un taquillero, seguro que alguien te puede atender en castellano. Y por supuesto, en los restaurantes siempre hay un camarero latino, más simpático y servicial que la chef de turno. Por cierto, nunca pidáis pollo en un restaurante americano. No tiene ningún sabor. Renunciad a la línea y disfrutad de las delicias que os ofrece la comida yanqui: esos panqueques regados con litros de miel de arce, esas miles de variedades de galletas Oreo y Chips Ahoy, esos muffins que concentran en sí mismos media docena de magdalenas (con un par puedes sobrevivir todo un día entero), esa mantequilla de cacahuete que se pega al paladar... Sí, engordarás un kilo al día, pero tendrás las endorfinas a mil por hora. Además, ¿en qué otro lugar del mundo puedes encontrar queso Philadelphia con sabor a fresa o Nesquik de piña? Y el agua tiene sabores, muchos e inverosímiles sabores.
Y es que en Estados Unidos, todo es a lo grande. Los bricks de leche con foto de niño desaparecido o los de zumo Tropicana (con dos opciones: "Lots of Pulp" o "No Pulp", de las cuales a España sólo ha llegado la modalidad "The pulp is in the bottom") van en galones, no en litros. Y como no, los coches, los edificios, los electrodomésticos... El espacio les sobra y todo lo hacen en proporciones gigantescas. Fijaros bien en la cocina que sale en cualquier película o serie americana y comprobaréis que en el espacio que ocupa la lavadora podría vivir una familia de inmigrantes...
La impresión que me causó Estados Unidos la última vez que la visite es que ahí todo está pensado para hacer la vida lo más cómoda y placentera posible. Es como un mundo bañado en azucar, donde lo feo, lo desagradable, lo doloroso, lo problemático no tiene ninguna cabida. Es un modo de vida hedonista, anestesiado e inconsciente, una vida sencilla y fácil. Al menos, así viven las clases medias (que en España serían altas). Y aunque todo nos resulta familiar gracias al cine y a la televisión, Estados Unidos es un país tan diferente a Europa como Japón, India o Turquía.
Dentro de unas semanas, os cuento si mi opinión ha cambiado. Quizás San Francisco sea diferente...
Nueva York, más en concreto, Manhattan, es el quinto personaje de la serie. Es un Nueva York más idealizado que real, el Nueva York "como debería de ser", no el que realmente es. La última vez que estuve ahí hubo dos cosas que me llamaron la atención: lo mal que viste la gente y la poca gente joven que vi por las calles. Desde luego, esas señoras gordas, vestidas con camisetas que no disimulan sus tetas flacidas, peinadas con horrorosas permanentes, no suelen salir en las películas. Y la estación de Jamaica, el intercambiador que cogía todos los días, no tiene ningún encanto, suelos sucios, paredes llenas de graffittis. Claro, que ahí no se habla inglés, se habla español. Vayas donde vayas, en Nueva York siempre hay alguien que habla español. En cualquier lugar donde haya más de un taquillero, seguro que alguien te puede atender en castellano. Y por supuesto, en los restaurantes siempre hay un camarero latino, más simpático y servicial que la chef de turno. Por cierto, nunca pidáis pollo en un restaurante americano. No tiene ningún sabor. Renunciad a la línea y disfrutad de las delicias que os ofrece la comida yanqui: esos panqueques regados con litros de miel de arce, esas miles de variedades de galletas Oreo y Chips Ahoy, esos muffins que concentran en sí mismos media docena de magdalenas (con un par puedes sobrevivir todo un día entero), esa mantequilla de cacahuete que se pega al paladar... Sí, engordarás un kilo al día, pero tendrás las endorfinas a mil por hora. Además, ¿en qué otro lugar del mundo puedes encontrar queso Philadelphia con sabor a fresa o Nesquik de piña? Y el agua tiene sabores, muchos e inverosímiles sabores.
Y es que en Estados Unidos, todo es a lo grande. Los bricks de leche con foto de niño desaparecido o los de zumo Tropicana (con dos opciones: "Lots of Pulp" o "No Pulp", de las cuales a España sólo ha llegado la modalidad "The pulp is in the bottom") van en galones, no en litros. Y como no, los coches, los edificios, los electrodomésticos... El espacio les sobra y todo lo hacen en proporciones gigantescas. Fijaros bien en la cocina que sale en cualquier película o serie americana y comprobaréis que en el espacio que ocupa la lavadora podría vivir una familia de inmigrantes...
La impresión que me causó Estados Unidos la última vez que la visite es que ahí todo está pensado para hacer la vida lo más cómoda y placentera posible. Es como un mundo bañado en azucar, donde lo feo, lo desagradable, lo doloroso, lo problemático no tiene ninguna cabida. Es un modo de vida hedonista, anestesiado e inconsciente, una vida sencilla y fácil. Al menos, así viven las clases medias (que en España serían altas). Y aunque todo nos resulta familiar gracias al cine y a la televisión, Estados Unidos es un país tan diferente a Europa como Japón, India o Turquía.
Dentro de unas semanas, os cuento si mi opinión ha cambiado. Quizás San Francisco sea diferente...
8 comentarios
Su -
Jeje, sí señor, una buena forma de promocionar el blog...
Joserra -
Amaya -
Anauel -
Si, si, ya lo sé, soy muy monotemático últimamente, pero...
Joserra -
ace76 -
Pues no creas, Joserra, Nueva York tiene las mismas cosas que Madrid, Barcelona o Bilbao: sus museos, sus tiendas, sus parques, sus restaurantes...
Joserra -
quiero ir a Nueva Yoooorrrkkkk yaaaaaaaaaaaaa, joeerrrrrr.
Y Sexo en NY sólo vi una vez un capítulo (supongo que de la primera temporada) y no me gustó demasiado, vamos, que no me hizo gracia, creo que lo vi demasiado pijo como para hacerme gracia
Maggie Wang Kenobi -
Y EE.UU. es muuuu grande, todo sea que sólo mires al lado azucarado, chiquillo. Que si vienes a España y visitas sólo La Moraleja y el Madrid de los Austrias no significa que todo sea igual, digo yop.