ISTAMBUL IS NOT CONSTANTINOPLA (It´s Bizancio, maybe)
Esta canción bastante estúpida de They Might Be
Giants (Típico grupo del que uno nunca escuchana nada
pero cuyo nombre solía salir en las revistas para
entendidos. Eso sí, hicieron la canción de "Malcom in
the middle") me estuvo rondando por la cabeza durante
todo el viaje a Estambul. Ésa y una de Tarkan, "Salina
Salina Sinçine", aunque el descubrimiento
musical del viaje fue Sakis Rouvas (pero de Eurovision
ya hablaremos otro día). En fin, basta de
preámbulos... todo para explicar el título de esta
parrafada filoturca...
Hace poco tuve la suerte de volver a Estambul, la
ciudad más hermosa del mundo. Algunos se sorprendieron
de que volviera a un lugar donde ya he estado. Pero es
que hay sitios a los que se debe regresar, porque se
han convertido en una parte importante de nuestras
vidas... Poniéndome cursi, podría decir que en
Estambul hay un pedazo de mi alma, o que en mi alma
hay un pedazo de Estambul. En fin, lo que quiero es
compartir unas frases que escribí estando allí, un
fragmento de mi diario, el que escribo cada noche y
que muy pocas veces comparto.
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14 de mayo de 2004
He saldado una deuda pendiente con el pasado: he ido
al baño turco, al Haman. Ahora me siento con una piel
nueva, ligero, limpio, como en una nube. Ha tenido
algo de iniciático, como un bautismo. Es como ir más
allá, penetrar en el misterio, saborear la esencia de
Estambul. Es el placer, es el dolor, es el frío y el
calor, es un contraste, es la armonía en el
desequilibrio. Los extremos se tocan en esta ciudad.
Resulta lógico: aquí se encuentran dos continentes,
dos civilizaciones, dos maneras de entender el mundo.
Quizás los que estén perdidos; los que no están
centrados y, sin embargo, lo están; los que han
aprendido a vivir con un desgarro interno; los que
tienen dos caras que chocan y se enfrentan sin
vencedores ni vencidos; los que, en definitiva, son
como yo, equilibrados entre dos extremos... quizás
todos ellos se puedan encontrar mejor a sí mismos
aquí, en Estambul.
Esta ciudad es así, un mundo con dos caras, la pausada
y la que hierve. Del silencio de la Mezquita de
Solimán y su tumba, recogida, humilde pero solemne, a
la agitación sin freno de las tiendas del Gran Bazar.
Una marea humana llena la calles y mientras, el moecín
llama a la oración, ya no desde lo alto de un
minarete, pero como si lo hiciera. Dios en las alturas
y el hombre a ras de tierra establecen un diálogo
cinco veces al día. Aunque son pocos los que responden
(y entre los que responden, no todos han escuchado, o
han entendido lo que escuchan).
Pero Estambul tiene sus puntos de equilibrio. A la
sombra de la torre de Gálata hay una cafetería con una
terraza muy agradable. Sobre las mesas un porche, y
enroscada en el porche, una vid. Mi amiga Ana y yo
hemos tomado té allí, ayer y hoy. Hoy hemos hecho como
otros clientes, y hemos jugado al Backgammon. Parece
que es uno de los juegos típicos de esta zona (Jeffrey
Eugenides lo menciona en su estupenda novela
"Middlesex"), una combinación de azar y estrategia.
Todo es mezcla en Estambul, como los gatos callejeros,
con la piel cubierta de manchas. ¿Hay algo puro en
esta ciudad? Puede que la verdad, lo auténtico, esté
en el mezclar sin prejuicios, experimentar,
equivocarse y acertar.
Giants (Típico grupo del que uno nunca escuchana nada
pero cuyo nombre solía salir en las revistas para
entendidos. Eso sí, hicieron la canción de "Malcom in
the middle") me estuvo rondando por la cabeza durante
todo el viaje a Estambul. Ésa y una de Tarkan, "Salina
Salina Sinçine", aunque el descubrimiento
musical del viaje fue Sakis Rouvas (pero de Eurovision
ya hablaremos otro día). En fin, basta de
preámbulos... todo para explicar el título de esta
parrafada filoturca...
Hace poco tuve la suerte de volver a Estambul, la
ciudad más hermosa del mundo. Algunos se sorprendieron
de que volviera a un lugar donde ya he estado. Pero es
que hay sitios a los que se debe regresar, porque se
han convertido en una parte importante de nuestras
vidas... Poniéndome cursi, podría decir que en
Estambul hay un pedazo de mi alma, o que en mi alma
hay un pedazo de Estambul. En fin, lo que quiero es
compartir unas frases que escribí estando allí, un
fragmento de mi diario, el que escribo cada noche y
que muy pocas veces comparto.
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14 de mayo de 2004
He saldado una deuda pendiente con el pasado: he ido
al baño turco, al Haman. Ahora me siento con una piel
nueva, ligero, limpio, como en una nube. Ha tenido
algo de iniciático, como un bautismo. Es como ir más
allá, penetrar en el misterio, saborear la esencia de
Estambul. Es el placer, es el dolor, es el frío y el
calor, es un contraste, es la armonía en el
desequilibrio. Los extremos se tocan en esta ciudad.
Resulta lógico: aquí se encuentran dos continentes,
dos civilizaciones, dos maneras de entender el mundo.
Quizás los que estén perdidos; los que no están
centrados y, sin embargo, lo están; los que han
aprendido a vivir con un desgarro interno; los que
tienen dos caras que chocan y se enfrentan sin
vencedores ni vencidos; los que, en definitiva, son
como yo, equilibrados entre dos extremos... quizás
todos ellos se puedan encontrar mejor a sí mismos
aquí, en Estambul.
Esta ciudad es así, un mundo con dos caras, la pausada
y la que hierve. Del silencio de la Mezquita de
Solimán y su tumba, recogida, humilde pero solemne, a
la agitación sin freno de las tiendas del Gran Bazar.
Una marea humana llena la calles y mientras, el moecín
llama a la oración, ya no desde lo alto de un
minarete, pero como si lo hiciera. Dios en las alturas
y el hombre a ras de tierra establecen un diálogo
cinco veces al día. Aunque son pocos los que responden
(y entre los que responden, no todos han escuchado, o
han entendido lo que escuchan).
Pero Estambul tiene sus puntos de equilibrio. A la
sombra de la torre de Gálata hay una cafetería con una
terraza muy agradable. Sobre las mesas un porche, y
enroscada en el porche, una vid. Mi amiga Ana y yo
hemos tomado té allí, ayer y hoy. Hoy hemos hecho como
otros clientes, y hemos jugado al Backgammon. Parece
que es uno de los juegos típicos de esta zona (Jeffrey
Eugenides lo menciona en su estupenda novela
"Middlesex"), una combinación de azar y estrategia.
Todo es mezcla en Estambul, como los gatos callejeros,
con la piel cubierta de manchas. ¿Hay algo puro en
esta ciudad? Puede que la verdad, lo auténtico, esté
en el mezclar sin prejuicios, experimentar,
equivocarse y acertar.
7 comentarios
Feny -
Nike Shox Rivalry -
Anónimo -
Saludos
ACE76 -
Locusta -
ACE76 -
¿Aclamado? Espero que sea con ironía, porque yo hay cosas que aun no entiendo...
Locusta -