BEING BORING
Seis horas de cada veinticuatro las pasó delante de este monitor, descontando los veinte minutos de café con tostada de media mañana y los quince o menos que paso repartiendo correo. Llega un momento en que me aburro, pero a la vez no puedo separar los ojos de la pantalla, navegando de web en web en web. Podría escribir algo, leer el libro que llevo en el bolso, hasta podría llamar por teléfono. Pero no puedo. Sólo estoy aburrido.
Ayer y anteayer fui a la piscina. Me gusta pasar las tardes al sol, sobre la hierba, pasando el rato con los amigos. Las piscinas son lugares que parecen haberse atascado en el tiempo. Excepto por los avances en el diseño de las escalerillas y por el hecho de que cada vez hay más mujeres sin compejos dispuestas a hacer topless, no hay muchas diferencias entre la tarde que pasé ayer en el Barrio del Pilar o las que pasaba de niño en Oberena. Los niños siguen hinchando los globos de agua en la fuente, y no dejan beber a los mayores. Las familias siguen comiendo en el merendero hamburguesas grasientas y caras, bolsas de patatas fritas de cualquier marca, o bocatas y tortillas que sacan de tupperwares y fiambreras. Grupos de adolescentes con las hormonas en tensión se desfogan gritándose y tirándose los unos a los otros al agua, mientras que un par de chicas, sentadas al borde de la piscina, les miran con más o menos disimulo. Es uno de los pocos lugares en los que, como diría Mafalda, "nadie parece tener la culpa de nada".
Ayer y anteayer fui a la piscina. Me gusta pasar las tardes al sol, sobre la hierba, pasando el rato con los amigos. Las piscinas son lugares que parecen haberse atascado en el tiempo. Excepto por los avances en el diseño de las escalerillas y por el hecho de que cada vez hay más mujeres sin compejos dispuestas a hacer topless, no hay muchas diferencias entre la tarde que pasé ayer en el Barrio del Pilar o las que pasaba de niño en Oberena. Los niños siguen hinchando los globos de agua en la fuente, y no dejan beber a los mayores. Las familias siguen comiendo en el merendero hamburguesas grasientas y caras, bolsas de patatas fritas de cualquier marca, o bocatas y tortillas que sacan de tupperwares y fiambreras. Grupos de adolescentes con las hormonas en tensión se desfogan gritándose y tirándose los unos a los otros al agua, mientras que un par de chicas, sentadas al borde de la piscina, les miran con más o menos disimulo. Es uno de los pocos lugares en los que, como diría Mafalda, "nadie parece tener la culpa de nada".
4 comentarios
Maggie Wang Kenobi -
ace76 -
lucia -
La verdad es que tu descripción de la piscina me ha gustado! :-)
Joserra -