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El blog de ace76

Personal

A MI BOLA

Salgo de la cama a las diez y diez. Llamo a un amigo que es un fiestero. Pongo las noticias y bebo algo de té. Si estuvieras conmigo, quizás, nos iríamos de compras. Algún día leeré o aprenderé a conducir un coche. Si pasas un examen, puedes pasar los demás, pero no me gusta competir ni ir hablando por las calles. Me quedo con lo mejor de mi amigo, el fiestero.

Cojo un folleto sobre el sol. Aprendo a ignorar lo que vio el fotógrafo. Siempre me dijeron que me debía unir a un club. Unete a la peña si quieres pertenecer a algo. Era un chico solitario, sin fuerzas ni alegría. Tenía mi propio mundo en la parte de atrás del patio. No quería competir ni jugar en las calles. Pero en mi vida secreta, era el general al mando. Me enfrenté a un dilema a una edad difícil: ¿Escribir un libro? ¿O subirme a los escenarios? Pero en el fondo de mi cabeza oia un ruido distante: Che Guevara, Debussy y el ritmo de la disco.

No está mal cuando tienes esa pinta, esa es la manera en que me gusta imaginarte. Cuando llego a casa, ya es tarde y de noche. Me sirvo una bebida y veo el combate. Apago la tele, ojeo un libro. Respondo al teléfono. Picoteo algo de comida. Quizás esté despierto todo el día y toda la noche, esperando el momento en que te oiga decir:

Te podría dejar, adiós. O te podría amar, si lo intentara. Y si pudiera. Y cuando estoy a mi bola, es lo que hago.

 

ABSOLUTA BASURA

Absoluta Basura es lo que han hecho con "La Brújula Dorada", descuartizando la historia, eliminando todos los matices interesantes y tratando de comprimir 500 páginas de un libro en menos de dos horas de película. Vamos, lo han metido TODO... menos el final. La peor adaptación a la gran pantalla de un libro  que haya visto nunca. Quitando los bonitos efectos especiales, todo tiene menos vida que la inexpresiva cara de botox de la muñeca de porcelana Lladró en la que se ha convertido Nicole Kidman a sus 52 años de edad mental... En fin, por lo menos me eché unas risas con los amigos de Diego y pagué la entrada a precio de universitario. Gracias por el carnet de antiguo alumno, Alumni Navarrensis.

Absoluta Basura es Absolut Garbage, el recopilatorio de Garbage que reúne todos los éxitos de su buena época y unas cuantas canciones de relleno de los dos discos que sacaron después. Después de la última remesa que me ha traido el Amazonas (además de este disco de Garbage; han sido el "We are the night", para completar la discografía de los cada vez menos interesantes Chemical Brothers; el "Discovery", de Daft Punk, un disco que ha ido ganando con los años; y el EP "Let it snow", de Michael Bublé, para poner música a estas entrañables fechas), ya no me compraré más discos hasta que lleguen los Reyes Magos. Tengo que escribir la carta, por cierto... 

Abosluta Basura es como me han quedado algunos de los azulejos del baño después de repasar las junturas con silicona selladora. Benito y Manolo, a mi lado, son Antonio Gaudi y Santiago Calatrava. También he comprado una mesita nueva para la sala. De Ikea, por supuesto. Pero no del de Vallecas, que allí hay alunizajes y disparos al aire. Que me vayan a echar de casa en un futuro muy cercano no quiere decir que tenga que vivir como un cerrrrdo.

Absoluta basura no fue quedar a cenar el sábado con Mar, Lucía y Belén. Y con Joserra. Descubrí un restaurante italiano medianamente elegante, con platos deliciosos, precios razonables y un buen servicio. Maruzella es su nombre. Y no, no me pagan royalties. Después me tomé una caña en el Moby Dick. Creo que hacía un lustro que no pisaba la Avenida de Brasil. Con esta, ya son tres las veces que he salido de marcha por esos antros. También me alegré de tener noticias de Sonia, con quien llevaba un par de semanas sin hablar, y de comer con Pablo. Si es que al final, los amigos de siempre son para siempre. Después de comer con Pablo, me fui a la FNAC a comprar los primeros regalos de Reyes. Me los envolvió un chico que me sonaba de algo y tardé un minuto en identificarlo: era un concursante de MoneyMoney, así que le saludé. Uno que es muy sociable.   

Absoluta basura es el funcionamiento de Blogia, que borra comentarios sin venir a cuento.

Absoluta basura es acostarse muy tarde por no tener sueño y tener que madrugar para ir a la tintorería. Pero con el traje limpio, la camisa planchada y mi nueva corbata rojo socialista, mañana triunfaré seguro en la fiesta navideña del trabajo. Y si no triunfo, pues nada. Me pondré ciego de croquetas.

Absoluta basura es tener que esperar dos meses para poder ver esta película producida por ese genio llamado JJ Abrams. Cloverfield. Yo quiero verla YA.

ORÁCULO

ORÁCULO

Hoy he soñado mucho.

Entre otras cosas, he soñado que estaba cenando con mi familia y comprobando los números del Gordo de la Loteria. Y de repente, en una participación que me había regalado un feriante rubio en un sueño anterior, estaban los números.

Y uno de mis tíos me decía: "Qué bien, diez millones. ¿Para la casa, no?"

Y ahí estaban mis números: el décimo terminaba en 6234, según creo recordar. Tenía que haberlo apuntado nada más despertar, porque entonces lo tenía clarísimo y ahora, como suele pasar con los sueños, ya se me ha ido borrando.

Lo que no se me olvida es que era una participación de lotería publicada por la Líneas Aéreas de Noruega.

En fin, ahora, por si acaso, tendré que comprar un décimo más...

FANÁTICOS

FANÁTICOS

A mí me gusta dialogar y debatir. Me gusta escuchar los argumentos que sostienen opiniones contrarias a las mías, porque cuanto mejores y más razonados sean, más tendré que esforzarme yo en trabajar los míos. Incluso puedo mejorarlos. Incluso puedo llegar a rectificar. Incluso puedo aprender algo.

El tiempo me ha enseñado que nadie tiene siempre la razón, ni que nadie se equivoca siempre. Hay que escuchar los dos lados de cada historia. Sin embargo, leo periódicos, escucho radios, veo telediarios, oigo conversaciones sueltas por las calles y los cafés, curioseo blogs y foros... y lo único que me encuentro son diálogos de besugos y oidos sordos. Nadie debate. Nadie reflexiona. Nadie se pone en el lugar del otro. Nadie escucha. Nadie hace autocrítica. Nadie da su brazo a torcer. Mucha gente parece aferrarse ciegamente a una idea escogida a priori. Muchos parece repetir consignas aprendidas sin haberse parado a analizarlas. Si no estás con unos, estás con los otros. Si no estás con nosotros, estás contra nosotros. Nadie quiere ser imparcial. Y la pretensión de ser objetivo hace mucho que se convirtió en una bonita quimera. Y a nadie parece importarle. ¿Para que tener ideas propias cuando podemos comprarnos tres o cuatro caprichos?

Así, lo único que hacemos es perder el tiempo discutiendo los unos con los otros. Y mientras tanto, nadie se para a pensar en los verdaderos problemas.

Ustedes que pueden dialogar, dialoguen, por favor. Pero no con ellos. Entre ustedes. 

MAGIA, TERROR Y FANTASÍA

MAGIA, TERROR Y FANTASÍA

El viernes fue un día mágico. Fui con unos compañeros del trabajo a La cripta mágica a ver un espectáculo de magia, ilusionismo y cartomancia. El local recrea un antiguo teatro de principìos de siglo, con mucho terciopelo rojo, esculturas doradas y penumbra. La atmósfera misteriosa, elegante y decadente a la vez, está muy bien conseguida. Los cocteles tienen nombres extraños y la carta está decorada con viejos arcanos. Pero el espectáculo en sí tuvo demasiado humor para mí gusto. Tantas risas hacen que el efecto fascinante de los trucos de magia acabe diluyéndose. El mago era un claro discípulo de la escuela de Juan Tamariz, así que para aquellos que le vimos actuar en nuestra infancia en el UnDosTres todo nos resultaba demasiado familiar. Y también demasiado caro. Pero el sitio me gustó lo suficiente como para, dentro de un tiempo, darle una segunda oportunidad.

El sábado me levanté tarde, así que cumplí mi primer objetivo del fin de semana. Esti decidió que había llegado el día de comer su hamburguesa anual, así que fuimos al Burger King a por pitanza y a la Devedeteca a por una película. Mi BigKing (cada vez tiene menos de big y más de tamaño lenteja) me supo a gloria. Hacía mucho que no me comía una auténtica hamburguesa basura (las del VIPS no cuentan). La película, en cambio, era bonita de ver, pero totalmente insulsa e incoherente. Se llama "Shopgirl". No perdáis el tiempo alquilándola. A las seis me fui a pasar la tarde al gimnasio y me convencí de que hay gente que va los seis días a la semana que está abierto. Por la noche, fui al cine con Diego a ver "(Rec)" y el sábado se convirtió en un día terrorífico. Si queréis pasar miedo de verdad no podéis dejar de verla. Es una mezcla entre "El proyecto de la bruja de Blair" (pánico) y "28 días después" (tensión adrenalítica). Que no os cuenten NADA del argumento. Taparos los oidos, sobre todo, si alguien os quiere contar los quince minutos finales. Si sois impresionables, no dormiréis bien esa noche. Bueno, siempre podéis intentar ahuyentar a los fantasmas con un cocktail del Café Antik y un poco de conversación en una mesa en penumbra. 

El domingo fue un día fantástico. La mañana me la pase en la cama. El mediodía, tumbado en el sofá. Al final salí de casa para ver con Joserra "Diario de una niñera". Esta especie de secuela de "El diablo viste de Prada" es menos fresca y divertida, pero quizás sea más ácida y menos indulgente con las clases altas del Upper East Side River de Nueva York. Scarlett Johansson no está tan mal como pensaba. Laura Linney, por supuesto, está magnífica. Diva total. Al final, los personajes aprenden una lección de la vida y se vuelven mejores personas, Scarlett consigue liarse con la Antorcha Humana y todos viven felices en Nueva York. Pura fantasía, ¿no?

PEREZZZZZZZZZZZA

Hoy no me apetece escribir.

Tengo ganas de pasar el fin de semana en la cama, calentito.

Y dormir mucho.

ZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZ

LUCES ALTAS DEL FIN DE SEMANA

LUCES ALTAS DEL FIN DE SEMANA

Mi madre decidió venir a pasar el fin de semana a Madrid. Mi prima decidió venir a pasar el fin de semana a Madrid. Susana decidió venir a pasar el fin de semana a Madrid. También Celina. El viernes me pasé la tarde yendo y viniendo a Atocha. Compré los billetes para mis vacaciones navideñas. Cené en el Vips, me reí mucho, recordamos viejos tiempos en el armario del amor y confirmé una antigua sospecha.

En las calles hacía frío. La luna llena inspiró mensajes de texto. Me acosté pronto y me levanté demasiado tarde. Veinte minutos más tarde, para ser exactos. Mi madre vio el nuevo piso de Miguel. Lo aprobó. Paseamos demasiado y nos cansamos. Almorzamos un sandwich en el Rodilla y comimos en el Vips. Mi tarjeta de oro echa humo. Por la tarde, quise descansar, pero acabé yendo a la FNAC y me compré el disco de La Casa Azul. Are you ready to go?

Dos horas más tarde estaba en primera fila en La Riviera viendo a Deluxe en un concierto sobresaliente. Incluso el local tan poco adecuado para este tipo de eventos parecía tener la acústica del Palau de la Musica. Invitados especiales, temazos, guitarrazos, a Xoel no se le fue la voz a la media hora y yo me compré una camiseta del grupo como en los antiguos tiempos. Verde. De la talla M. Deluxe.

Dos horas más tarde estaba en la chocolatería Valor. La chocomerienda es sólo para menores de doce años. ¿Por qué está marginación? Dos horas más tarde quisimos ir al Polana, pero el portero decidió que no era un buen momento para entrar y, cinco minutos después, dedicidimos que preferíamos ir a otro local. Por ejemplo, el Long Play. No vimos amanecer. Al menos, yo. Otros hasta se colaron en un rodaje cinematográfico a altas horas de la madrugada.

Volví a levantarme demasiado pronto, pero demasiado tarde para llegar a tiempo. Buscamos un bolso de Prada en el rastro, pero no lo encontramos. Quisimos comer las prometidas viandas del Melo´s, pero estaba cerrado. Terminamos comiendo quiché, empanadillas y tostas en La Latina. Ñam. Saboreamos un poco de Navidad anticipada en el Starbucks. Y después a casa, a jugar a la Play. Al Buzz? No, al Singstar. Cuando zarpa el amor... Risas mil. Desafines cien mil. Vecinos enloquecidos.

Puse dos lavadoras. Pegué con cola de carpintero dos cajones. Estuve como dos horas colgado del Messenger. En la tele, Laura Linney tenía que renunciar a Rodrigo Santoro por cuidar de su hermano. Colin Firth pedía en matrimonio a una criada portuguesa en un Portugal de película. Actualmente, el amor está todo alrededor. Que una traducción.

COMO UN LEÓN

COMO UN LEÓN

El sábado pasado, muy temprano, apenas unas horas después de la fiesta de cumpleaños de Esti, mi hermano y yo nos marchamos a León a pasar el fin de semana con mis primos. El año pasado habíamos estado de boda en la ciudad, pero quitando el MUSAC, apenas habíamos visto León con calma.

Me encantó la ciudad. En la parte antigua, de calles estrechas y peatonalizadas, ves una catedral gótica, una iglesia románica, un palacio diseñado por Gaudí o una plazoleta de aire medieval cada vez que doblas una esquina. Todo el Barrio Húmedo me recordó a ciudades italianas como Siena o Verona. Va a resultar que la Toscana española es Castilla y León y nosotros sin enterarnos.

La parte más nueva tiene ese aire de ciudad tranquila y diseñada con escuadra, cartabón y tiralíneas que suelen tener las capitales de provincia. Y no vamos a hablar del precio de las viviendas... ¡Pisos nuevos a partir de 89.000 euros! ¡Casas de tres habitaciones a 120.000!

Y si añadimos a esto el buen ambiente nocturno y los bares que regalan tapas (croquetas, morcilla, pizza, sopa de trucha... ¿sopa de trucha?) con las cañas, y lo bien que comimos en general (solomillo, cecina, chorizo, jamón, más croquetas), podemos olvidarnos de las gélidas temperaturas (tres grados bajo cero la noche del sábado, íbamos corriendo de un bar a otro para no morir de hipotermia) y preguntarnos si el futuro no estará en las pequeñas ciudades...

Más fotos del fin de semana en Flickr.

¡YA ES NAVIDAD!

¡YA ES NAVIDAD!

Aunque el calentamiento global nos haga creer lo contrario y las atolondradas palomas estén buscando como locas un rincón para anidar en los balcones de Pamplona, no es primavera. Es otoño. De hecho, ayer por la tarde descubrí que YA es Navidad.

Salí por la tarde de casa para comprar el décimo de lotería del curro. En mi calle, aunque apagada, la iluminación navideña lleva días colocada. Después de comprar el número en "El jorobado de la suerte", donde nunca toca, nos acercamos a la Administración donde sí suele caer algún premio. Le dije a Diego que eligiera un número. Lo escogió. Y me di cuenta de que era para el sorteo del Niño. Así que, por si acaso, me lo tuve que llevar. Y otro décimo más para el Gordo. Ya que estaba tirando el dinero en juegos de azar, como una cincuentona de Arkansas en las tragaperras de Las Vegas, hasta hice una Primitiva.

Después fuimos al Starbucks, y ahí es donde descubrí que, aunque ni siquiera ha empezado el Adviento, la Navidad ha llegado a nuestros establecimientos comerciales. Decoración navideña, paquetes rojos de café para regalar, sabores especiales para estas entrañables fechas, música de villancicos en el hilo musical...

Así que, en cuanto llegué a casa, me puse el disco navideño de Josh Groban recién descargado de Radio Emule y estuve pensando en si adornaba ya la escalera con guirnaldas, espumillón y bolitas de colores o dejaba que las calabazas de Halloween terminaran de pudrirse... Menos mal que aun no han inventado la Fiesta del Amor...

A VECES LLORO

Cuando era pequeño, era lo que se dice un niño llorón. Descubrí que era una buena manera de manipular a la gente y que te hicieran caso. ¿Que no me pasaban el balón en el partido del fútbol? Pues me sentaba en el suelo y derramaba unas pocas lágrimas. Un poco más tarde descubrí que la gente manipulada no es sincera ni auténtica y pasé a odiar cualquier cosa que oliera a compasión. No hay cosa que lleve peor que dar pena o que la gente me compadezca. Esto incluye la autocompasión o el sentir pena de mí mismo. Así que pasé muchos años sin llorar. Me lo prohibí. Ni una lágrima más. Creo que desde los trece años habré llorado delante de otra persona en muy raras ocasiones: un par de veces fueron por ataques de nervios (uno provocado por las lentillas y otro por lo difícil que es conducir... Todos los comienzos son difíciles. Os soy permiso para que os reáis de mí al imaginaros la situación), alguna otra vez fue por sentirme tratado de una manera terriblemente injusta, y afortunadamente, otras han sido por sentir una emoción enorme por las cosas bonitas que pasan.

Sin embargo he de reconocer que, a veces, llorar me gusta. Pero me gusta llorar solo, cuando nadie me ve. La cancioncilla ésta de James Blunt, especialmente la parte de "You have been the one for me", me toca la fibra sensible de una manera... También el "Me voy", de Julieta Venegas (verdades como puños las de esa canción) ; o el "Everybody hurts", de REM; incluso el "Gracias a la vida" de Joan Baez me hizo tener que echar mano al kleenex durante un período de mi vida.  

Aunque con lo que he desarrollado una gran capacidad lacrimal es con las películas. Menudas catarsis que me he pegado yo a oscuras en las salas de cine. Lo purificado que sale uno después. Recuerdo lo mucho que lloré con "Estación Central de Brasil". Basta que una película termine con un personaje escribiendo o leyendo una carta para que se me salten las lágrimas: me pasó con "Solas" y me pasó con "Mi vida sin mí". Lloré mucho con "El sueño de Valentín" porque Carmen Maura me recordaba a mi abuela (ay, las abuelas), y un lejano domingo de bajón me puse "Forrest Gump" y me pasé la mitad de la película llorando. No me avergüenzo de llorar con las películas de dibujos animados: lloré en "Toy Story 2", lloré en "Lilo y Stich", lloré en "Monstruos SA", y lloré en "Ratatouille" cuando el crítico culinario rememora su infancia. Me pareció uno de los momentos más hermosos y emocionantes que he visto en una sala de cine. Y mejor no hablar de los quince minutos finales de "A dos metros bajo tierra", porque igual me tengo que escapar al baño de la oficina a "limpiarme" los ojos.

OTRAS COSAS

OTRAS COSAS

Me da la impresión de que, últimamente, este blog corre el peligro de convertirse en un paseo por el mundo de la piruleta, las mariposas de colores, los pequeños ponys, los osos amorosos y otras zarandajas.

Pero claro, tampoco quiero convertir este blog en un cuaderno en el que desahogarme, lamentarme contra el mundo o lamerme las heridas en público, así porque sí. Si alguna vez lo necesito, lo haré. Aunque habitualmente suelo guardarme mis neuras, preocupaciones y malos rollos en mi interior. Al igual que lo de la empatía, estoy aprendiendo a no hacer esto tan a menudo... que luego uno estalla en el momento más inesperado contra la persona que menos lo merece.

Así que hoy voy a hacer un pequeño resumen de temas que me preocupan. Por ejemplo, ese bello país llamado Rusia, el medio ambiente y la paz mundial.

No, venga, vamos a hablar en serio.

Me preocupan mis dos abuelas, tan mayores, con su mala salud de hierro. Me da la impresión de que con sus achaques, con sus confusiones mentales, con sus silencios, poco a poco, se están yendo, despidiéndose de este mundo. Me encanta verlas sonreir. A las dos les brillan los ojos cuando lo hacen. Iluminan el mundo. Y es triste pensar que, más pronto que tarde, ya no podré ver esas sonrisas. Aunque también es bonito pensar en lo mucho que he aprendido de ellas y en el tiempo que hemos podido compartir.

Me preocupan también las personas que tienen que cuidarlas, sacrificando su tiempo y su libertad.  En especial, mi madre. A pesar de que es una mujer fuerte, luchadora y muy independiente, sé que a veces también necesita un desahogo, un poco de compañía, un apoyo, alguien a quien gruñir, jejeje.

Me preocupan las personas que me rodean y que no están atravesando buenas rachas. Me gustaría poder ayudarlas más. A veces, incluso, me gustaría saber ayudarlas. Me gustaría que superaran sus miedos e inseguridades, que se atrevieran a tomar ciertas decisiones que van retrasando o, simplemente, que les fueran mejor las cosas. Me gustaría que fueran más felices. Me preocupa también la sensación de que mis lazos con algunas personas se están debilitando con el tiempo, como si también se fueran alejando poco a poco, como si la vida nos estuviera llevando por distintos caminos. ¿Inevitablemente?

También me preocupa mi situación laboral. Por muy satisfecho que esté con mi trabajo y por mucha confianza que tenga en mis capacidades, no deja de haber cierta incertidumbre e inseguridad en todo proceso de renovación y cambio. De todas formas, soy optimista. Y si en abril estoy en el paro, sé que no será por mucho tiempo. Si hay que poner sandwiches en el Rodilla, pues se ponen sandwiches en el Rodilla. A estas alturas de la vida, ya he descubierto que lo más importante es lo que sucede fuera del horario laboral.

Me quema la sensación de estar todo el rato ordenando y limpiando la casa para nada (y eso que no creo que me vayan a dar el premio al mejor amo de casa del mundo. No me veo ni entre los finalistas). Me agobia mi incapacidad para ahorrar y la impresión de que, concursos de televisión aparte, el dinero se va y se va y se va. Y bueno, no por último menos importante, a veces me preocupo yo mismo, me quemo con mis defectos, me aburro de lo vago y poco disciplinado que soy, de lo poco que me costaría hacer las cosas un poco mejor. Tengo muchas virtudes y muchos defectos, pero el perfeccionismo no se cuenta entre ellas.

Por suerte, la vida me ha enseñado que, por muy mal que vayan las cosas, siempre terminan por arreglarse. Y también he aprendido que soy capaz de encajar los golpes y salir adelante. Hay que llevar las riendas de la propia existencia. O por lo menos, intentarlo. Aunque luego llegue un tsunami y arrase con todo...

ME GUSTA MI VIDA

ME GUSTA MI VIDA

A veces paseo por las calles de Madrid y sonrío. A veces como solo sandwiches de Rodilla y me siento a gusto. A veces me recorro la FNAC de arriba abajo, desde los comics de la quinta planta hasta los aparatos tecnológicos del sotano, pasando por las guías de viaje, los libros de fotografía, los discos, los discos, los discos, los DVDs, los Ipods, las videocámaras, los juegos de la Playstation2 y las revistas modernas, y se me pasan las horas como si fueran minutos. Paseo por la calle Fuencarral y me siento bien, soñando con los pisos que hay en la calle Malasaña y que nunca podré comprar. Pero es bonito tener sueños.

Paso por la Filmoteca y miro el programa del mes. Hubo un tiempo en que iba una vez a la semana como mínimo. Ahora difícilmente voy una vez al año. Pero la intención es lo que cuenta, dicen. Ir al cine solo entre semana, a sesiones en las que la sala está prácticamente vacía, a ver películas extrañas de las que nadie habla y que nadie ve, me gusta. Comprar un paquete de galletas "especiales" en el supermercado, llegar a casa y devorarlas mojándolas en un vaso de leche mientras veo la tele es uno de los grandes placeres de la vida. Como compartir una pizza, comida china, kebabs o sandwiches caseros en cualquier cena casera con amigos. Porque hay cosas, como la telebasura, que sólo se aguantan en compañía.

Hay mañanas en las que me levanto descansado, con tiempo para ducharme con calma, afeitarme y peinarme un poco, mañanas en las que desayuno tranquilamente un colacao con galletas, un vaso de zumo de naranja, o un bol de cereales o unas tostadas con mantequilla y mermelada, mañanas en las que decido ponerme la ropa que más me gusta. Cuando salgo a la calle y voy caminando hasta el trabajo, con el periódico recién comprado bajo el brazo, me veo a mí mismo y me gusta lo que veo. Me gusta mi vida. Me gusta Madrid. Me gusta lo que me rodea. No todo es perfecto. De hecho, algunas cosas podrían ser mejoradas. Pero el balance general es bueno. Y lleva siéndolo desde hace bastante tiempo. Quizás desde que descubrí que, para que me gustara mi vida, me tenía que gustar yo. Y aunque parece fácil, me ha llevado mucho años darme cuenta de que lo que se me da mejor es ser yo mismo.

¡A disfrutar del puente!

EL LADO OSCURO

EL LADO OSCURO

El de ayer fue un domingo bastante anodino. Vi dos pelis en DVD. La primera fue "Cosas que no se olvidan" (el título original, "Storytelling" es mucho mejor), una película de Todd Solonz con personajes de los considerados raritos o disfuncionales. La segunda fue "Más extraño que la ficción", una película con una historia curiosa aunque no tan original como el guionista se cree (me recordó bastante a "El hombre del tiempo" o "Adaptation", entre otras), intelectual pero con final optimista.

A mí me gustan más las películas como esta última, las que muestran una visión positiva del hombre como un ser capaz de enfrentarse a sus miserias y vencerlas. Pero me pregunto si no me estaré engañando a mí mismo al negar que en este mundo predominan los perdedores patéticos, la gente pagada de sí misma, los que guardan secretos que les atormentan, los imbéciles, las personas malvadas, hombres y mujeres víctimas de sus obsesiones...

Por eso siempre termino escribiendo historias con final feliz, vitalistas, incluso moralistas, pero frías e intelectuales.

Un profesor me dijo, a raiz de un ejercicio que escribí, que hasta que no me atreviera a bucear en mi lado oscuro no terminaría de encontrar mi propia voz.

Pero si ya me cuesta compartir las historias que nacen de mi lado luminoso -es más, si ya de hecho me cuesta sacarlas de mi interior-, ¿cómo afrontar las que nacen de mi lado oscuro sin sentir un profundo rechazo hacia ellas? ¿Pero cómo escribir de verdad sin asumir que todo tiene un reverso tenebroso? Sin lo malo, lo retorcido, lo oscuro, lo secreto, lo vergonzoso, lo cruel, lo trágico... ¿cómo escribir historias que resulten auténticas? ¿Y cómo escribirlas sin sentir que me estoy desnudando ante el mundo?

De ahí que escriba tan pocas cosas de verdad.

Y de ahí, quizás, que lo mejor que haya escrito nunca sean algunos fragmentos de mi diario personal, del que muy pocas personas han podido leer alguna página. 

EN EL HOTEL

EN EL HOTEL

El chofer había dicho que los dos hoteles estaban juntos y no había mentido. A la derecha de la carretera, un prisma blanco recordaba más a una clínica privada que a un hotel de cuatro estrellas. Por suerte, el conductor de la productora giró a la izquierda y le dejó en la puerta de un edificio que, aunque se notaba que había sido construido hacía pocos años, parecía ya un armatoste pasado de moda. Hay tres tipos de lujo: el auténtico lujo, reservado para unos pocos; el falso lujo, con el que los demás nos introducimos en un espejismo de papel de aluminio; y el lujo rancio. Este establecimiento era una mezcla de las dos últimas categorías.

La habitación era grande y cómoda, pero nunca podría definirse como bonita o acogedora. Quizás el edificio tuviera más años de los que parecía. Lo más moderno era un televisor de pantalla plana situado con cierta dejadez sobre el típico mueble con aspecto de escritorio que suele haber en los hoteles, como si los huespedes fueran a pasarse los días dedicados a escribir cartas, poemarios y libros. La cama era enorme. Podía tumbarse sobre ella a lo ancho y ningún pedazo de su cuerpo sobresalía, lo cual, en lugar de proporcionar mayor comodidad, sólo lograba aumentar sus sensaciones de extrañeza y soledad.

No era muy tarde cuando bajó al comedor. Se sentó en una mesa esquinada desde la que podía observar todo el restaurante y parte del vestíbulo. Aparte de los camareros y él, sólo había dos o tres clientes repartidos por el salón. Aunque comer solo no le gusta, decidió sacar partido del dinero que le habían asignado y pidió un carpaccio de salmón marinado al eneldo como entrante, una brocheta de pollo al curry con verduritas como plato principal, y remató la cena con un poco de browney. La sensación de soledad le recordó entonces a aquel viaje por Europa que había hecho un par de años antes. Así se convirtió en una soledad cómoda y cálida, confortable como un viejo abrigo o nuestra manta favorita. Durante aquel viaje había descubierto que la soledad puede ser una amiga que nos ayuda a valorar aun más a las personas que hemos dejado atrás. Sonrió al pensar en ellas e imaginárselas ahí, sentadas con él. También se distrajo tratando de descubrir si el camarero parecía tener unas espaldas hercúleas gracias al ajustado chaleco de su uniforme o si repartía su tiempo entre el restaurante y el gimnasio.

Al volver a su habitación, dedicó una media hora a hablar por teléfono. Eran las once de la noche cuando se tumbó en la cama. Al apagar la luz, pensó que el día siguiente podría cambiarle la vida o convertirse en una anecdótica pérdida de tiempo. Tardó un poco más de lo normal en dormirse.

POR FIN

POR FIN

Por fin le dieron a Oscar Pereiro, estrella de este blog en verano de 2006, su maillot amarillo.

Por fin pude celebrar mi cumpleaños con mis amigos este sábado. Quise llevarles a un restaurante árabe, pero terminamos en uno hindú. La verdad es que, excepto el helado de frutos secos, no será la comida lo que recuerde de esa noche. Lo que sí recordaré serán los problemas de los camareros con el español, así como su sinceridad. Aparece uno con dos botellas de Bezoya y Sonia pregunta:

-¿Esto es agua del tiempo?

-Agua del grifo, sí, agua del grifo, señora.

Fue una noche divertida. Un año más que me alegro de poder celebrar mis cumpleaños junto a la gente que más me importa. No estuvieron todos los que son, pero sí son todos los que estuvieron.

Por fin llegó, después de haberse quedado atascado en algún meandro del Amazonas, el Singstar 90´s. Las risas que nos hemos echado ya con el rapómetro de "Pump up the Jam". Pump it, pump it, pump it. Y por fin he entendido del todo la letra de "Creep".

Y por fin conocí la casa de Jotas y Javi. Por fin vi entera una carrera de Fórmula I. Qué deporte más aburrido... menos mal que los mecánicos, a veces, hacían espectáculos de comedia en los boxes... Todos nos alegramos de la derrota de Hamilton. Ah, ¿que Alonso tampoco ganó? ¿Y a quién le importa?

AQUÍ Y EN LA CHINA

AQUÍ Y EN LA CHINA

Aquí y en la China yo me llamo Antonio.

Otra cosa es que mis amigos me llamen, generalmente, Antuan, Anthony, Tonelo o Antonello y cientos de variantes distintas. Mi hermano me llama hermano. Mi madre me llamó Nono cuando era pequeño, y ahora hay veces que me dice "gusanito" o "hiji". Algunos en el trabajo me llaman Toni. Y otros me conocen como "el de la esquina de la 3bis". Hay gente que incluso me conoce como Ace o "Eis".

Vamos, que por mi nombre sólo me llama Hacienda para pedirme dinero.

¿A qué tanto lío con los idiomas, las fronteras, los nombres de las personas y los sitios y otras zarandajas varias?

BORN UNDER A GOOD SIGN

BORN UNDER A GOOD SIGN

Dije que en el día de mi cumpleaños nada puede ir mal y sabía que tenía razón. ¿La prueba? Esa tarde sellé un boleto de Lotería Primitiva y hoy, al consultar en la prensa los resultados del sorteo del sábado, compruebo que he acertado... tres números (y el reintegro), ¡Soy nueve euros más rico! La vida me da moneymoney!

Tonterías aparte, sí que suelo considerarme un chico con suerte. Pero no siempre ha sido así. Los primeros dieciocho años de mi vida fueron bastante deplorables... supongo que, por las leyes del karma, me tocaban otros diecioaños años de buena fortuna. La pregunta, entonces, es... ¿qué pasará cuando cumpla los 36? Esperemos que se estabilice la balanza. O, si aplicamos otra vez las leyes del karma tal y como aprendimos en "Me llamo Earl", si hago cosas buenas, me pasarán cosas buenas. Así que, nada, me dedicaré a hacer el bien a la humanidad... ¿A toda o a parte de ella? ¿A una parte muy en concreto de ella? ¿Basta con hacer cosas buenas a una, dos, tres personas a lo sumo? Creo que entonces ya tengo el cielo ganado.

O el infierno, claro, según como se mire.

Whatever.

El fin de semana ha sido familiar, casero y gastronómico. El calentamiento global nos regaló un sábado en el Pirinero que parecía más veraniego que otoñal. Ni una sola seta, ni una sola nube, nada de humedad, sólo algunos árboles cuyas hojas empezaban a amarillear. Revuelto de morcilla, solomillo, tarta de queso y bombones de Chocolat Factory. Ese fue mi menú. Desde que volví de USA, quiero adelgazar un par de kilos, pero no hay manera. La vida no sólo me da moneymoney, sino también cenas en casa con telebasura y comida idem, celebraciones de cumpleaños y gasolineras con tiendas en las que venden, de paso, deliciosas chocolatinas. Aunque yo me sigo viendo estupendo en el espejo. Me veo más estupendo de frente y conteniendo la respiración que cuando me veo de lado.... pero bueno, eso es un pequeño detalle sin importancia.

Así que estupendo, bueno, rico, sociable y feliz. Hoy no parece lunes. Los 31 me han sentado bien. Que dure...

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En 2004, escribí:

¿Soy mayor? ¿Soy joven?

Esta edad es incierta, demasiado viejo para ser joven, demasiado joven para ser viejo.

Supongo que yo puedo elegir.

Elijo ser joven.

En 2005, escribí:

De todas formas, ¿por qué tanto miedo a cumplir años? Crecer es bueno, se va madurando, se aprenden cosas, se pierden miedos. Supongo que el mayor temor es ver como pasa el tiempo sin que se cumplan las expectativas que uno se creó de la vida cuando era niño

En 2006, escribí:

Hoy es mi cumpleaños. Treinta. 30. TREINTA. A ver, digamoslo otra vez: TRE-IN-TA.

Pues me gusta. Suena contundente. Como si significara algo.

Y en 2007, escribo:

Hoy es el día de mi cumpleaños y nada puede salir mal, así que sólo quiero pedir que el 11 de octubre de 2008 siga siendo tan feliz como lo soy hoy. Y que vosotros estéis ahí para verlo. GRACIAS.

YO SOY PEDANTE PORQUE EL MUNDO ME HIZO ASÍ

YO SOY PEDANTE PORQUE EL MUNDO ME HIZO ASÍ

Últimamente tengo la sensación de escribir sobre demasiadas cosas serias en este blog. Sí, todos sabemos que lo mío nunca ha sido el humor... o quizás es que la gente no entiende mi sentido del humor.

Hace poco me encontré con una antigua compañera de ECAM e hizo un comentario sobre otro compañero que me pareció bastante ingenioso. Sin embargo, cuando se fue a buscar más copas a la barra, un amigo me comentó lo pedante que le había parecido la chica. Yo no supe si darle o no la razón. En clase las referencias literarias y cinematográficas eran constantes, desde los Simpsons a Katherine Mansfield. Nos divertíamos... Me parece que sí, que éramos asquerosamente pedantes.

En el fondo, SOY asquerosamente pedante. Me horrorizan los best-sellers tipo Codigo Da Vinci y sucedáneos y disfruto leyendo a Marías, Baricco, Eugenides, Auster, Atxaga, a Thomas Mann, a Kafka, a Knut Hansun y a Max Frish (en la ECAM me di cuenta de que, quitando a Truman Capote, no leo apenas a autores anglosajones). En general, me gusta mucho leer. Mi hermano puede contar como se frustaba porque quería jugar conmigo y yo estaba siempre con los ojos pegados a algún libro.

Me gusta ver las películas en version original subtitulada e ir a la Filmoteca. Me apasiona la Nouvelle Vague (GODard, Resnais, Renoir... no tanto Trouffaut), el cine clásico de Hollywood en rutilante blanco y negro o Eastmancolor y hay varias películas mudas que me entusiasman ("Intolerancia", de Griffith; "Amanecer", de Murnau; "La sangre de un poeta", de Jean Cocteau). ¿Cine Dogma? Vade Reto, Lars Von Triers!

Cuando voy a una ciudad, siempre acabo visitando su museo de arte contemporáneo, ya sea en Amsterdam, Leon o San Francisco, por citar algunos de los museos que más me han gustado. Me gustan las videocreaciones, el arte minimalista, el arte Pop, los lienzos abstractos de Kandinsky, los gigantescos cuadros de Rothko. No, Pollock no. 

Me gusta aprender cosas nuevas e intentar comprender lo que desconozco. Me alegro de ser así y de poder disfrutar de todas esas cosas bellas.

Sí, me alegro de ser asquerosamente pedante. Pero me alegro aun más de no ser orgullosamente pedante y poder disfrutar de todas esas películas divertidas, que van desde "Aterriza como puedas" a las películas de los Farrelly, pasando por "Borat" (la vi este domingo en DVD, hacía tiempo que no me reía tanto... "Que noooo"); de todos esos programas de televisión que rozan lo surrealista, desde "Al salir de clase" a "Supermodelo", pasando por "Gran Hermano" y "Escuela de Actores"; de esas novelas que... Bueno, no, lo de leer y escribir me lo tomo demasiado en serio, he de reconocerlo. Aunque a veces leo comics de "Calvin & Hobbes"...

Me alegro de ser así y de poder disfrutar de todas esas cosas simples.

Si algún día me tomo demasiado en serio a mí mismo, por favor, pegadme.

¿ÉTICA-FICCIÓN?

¿ÉTICA-FICCIÓN?

Este fin de semana, aparte de comprar una nueva televisión, fui al cine a ver ¡una película española! ¡Y además me gustó bastante! "Mataharis" es la cuarta película de Iciar Bollaín, una historia coral sobre tres mujeres que trabajan en una oficina de detectives y que tienen que enfrentarse a sus pequeños grandes conflictos domésticos. Nada de glamour, ni de grandes frases, y sí mucha cercanía, mucho realismo y mucha credibilidad. Bueno, al menos en dos de las tres historias, ya que la ambientada en una fabrica donde se produce un conflicto laboral entre trabajadores y empresa me pareció demasiado idealizada. Sindicalistas ejemplares y seguidores de Rosendo, obreros concienciados, personajes capaz de anteponer sus principios a su futuro laboral y económico...

Los personajes en las películas siempre toman las decisiones correctas y tienen una ética a prueba de bombas. Desde cualquier película comprometida española hasta la cinta de Disney más pastelosa, los obreros van a la huelga en masa, se renuncia a todo por amor, se lucha contra el poder establecido, incluso se recibe alguna paliza que otra o se muere heroícamente, se descubre que la belleza está en el interior, la friqui de la clase se convierte en la reina del baile, el dinero no da la felicidad y los malos reciben su merecido, y son abucheados por el público.

Y a mí me dio por pensar en las conversaciones que he tenido con algún amigo sobre su situación laboral y la incapacidad de los empleados para enfrentarse a sus jefes, en los contratos por obra prolongados absurdamente, en los sueldos que no dan para ni ser mileurista, en frases como "huy, si se cumpliera todo lo que pone en el convenio...", en esas pequeñas injusticias que se producen cada día... Conversaciones que suelen venir seguidas de esta conversación:

- ¿Y no podéis hacer nada? ¿Una protesta todos juntos? ¿Algo?, digo yo, llevado por el imaginario cinematográfico de los heroicos y triunfantes obreros enfrentándose al capital.

- ¿Y qué quieres que hagamos?, me responde mi amigo, encogiéndose de hombros y sabiendo como es la situación desde dentro y lo cansado e inútil que es ser un revolucionario cuando hay que pagar el alquiler y decenas de facturas.

Siempre he pensado que, en las Facultades de Ciencias de la Información (y seguramente en cualquier otra, incluso en el colegio), deberían dar clases prácticas sobre cuáles son los derechos y deberes de los trabajadores y las empresas. A mí, al menos, me habría venido bien escuchar palabras como "convenio", "categoría laboral" o "finiquito" antes de firmar mi primer contrato. Y también deberían habernos contado una serie de peculiaridades de la profesión como "sé consciente de que sólo hay dos o tres empresas en las que trabajar", "ten en cuenta de que miles de personas querrán tener tu puesto sean cuales sean las condiciones económicas", "olvídate de acceder a procesos de selección de personal o entrevistas de trabajo por otro medio que no sea el enchufe personal", "ser becario no es esclavitud, es la oportunidad de tu vida" y "ya sabes donde está la puerta".

Hay días en que me alegro tanto de no dedicarme profesionalmente al mundo del periodismo ni de la comunicación audiovisual... Sí, ya sé que no es la actitud correcta, pero, llegada la hora de la verdad, he conocido a tan pocas personas dispuestas a renunciar a sus lentejas...