Me da la impresión de que, últimamente, este blog corre el peligro de convertirse en un paseo por el mundo de la piruleta, las mariposas de colores, los pequeños ponys, los osos amorosos y otras zarandajas.
Pero claro, tampoco quiero convertir este blog en un cuaderno en el que desahogarme, lamentarme contra el mundo o lamerme las heridas en público, así porque sí. Si alguna vez lo necesito, lo haré. Aunque habitualmente suelo guardarme mis neuras, preocupaciones y malos rollos en mi interior. Al igual que lo de la empatía, estoy aprendiendo a no hacer esto tan a menudo... que luego uno estalla en el momento más inesperado contra la persona que menos lo merece.
Así que hoy voy a hacer un pequeño resumen de temas que me preocupan. Por ejemplo, ese bello país llamado Rusia, el medio ambiente y la paz mundial.
No, venga, vamos a hablar en serio.
Me preocupan mis dos abuelas, tan mayores, con su mala salud de hierro. Me da la impresión de que con sus achaques, con sus confusiones mentales, con sus silencios, poco a poco, se están yendo, despidiéndose de este mundo. Me encanta verlas sonreir. A las dos les brillan los ojos cuando lo hacen. Iluminan el mundo. Y es triste pensar que, más pronto que tarde, ya no podré ver esas sonrisas. Aunque también es bonito pensar en lo mucho que he aprendido de ellas y en el tiempo que hemos podido compartir.
Me preocupan también las personas que tienen que cuidarlas, sacrificando su tiempo y su libertad. En especial, mi madre. A pesar de que es una mujer fuerte, luchadora y muy independiente, sé que a veces también necesita un desahogo, un poco de compañía, un apoyo, alguien a quien gruñir, jejeje.
Me preocupan las personas que me rodean y que no están atravesando buenas rachas. Me gustaría poder ayudarlas más. A veces, incluso, me gustaría saber ayudarlas. Me gustaría que superaran sus miedos e inseguridades, que se atrevieran a tomar ciertas decisiones que van retrasando o, simplemente, que les fueran mejor las cosas. Me gustaría que fueran más felices. Me preocupa también la sensación de que mis lazos con algunas personas se están debilitando con el tiempo, como si también se fueran alejando poco a poco, como si la vida nos estuviera llevando por distintos caminos. ¿Inevitablemente?
También me preocupa mi situación laboral. Por muy satisfecho que esté con mi trabajo y por mucha confianza que tenga en mis capacidades, no deja de haber cierta incertidumbre e inseguridad en todo proceso de renovación y cambio. De todas formas, soy optimista. Y si en abril estoy en el paro, sé que no será por mucho tiempo. Si hay que poner sandwiches en el Rodilla, pues se ponen sandwiches en el Rodilla. A estas alturas de la vida, ya he descubierto que lo más importante es lo que sucede fuera del horario laboral.
Me quema la sensación de estar todo el rato ordenando y limpiando la casa para nada (y eso que no creo que me vayan a dar el premio al mejor amo de casa del mundo. No me veo ni entre los finalistas). Me agobia mi incapacidad para ahorrar y la impresión de que, concursos de televisión aparte, el dinero se va y se va y se va. Y bueno, no por último menos importante, a veces me preocupo yo mismo, me quemo con mis defectos, me aburro de lo vago y poco disciplinado que soy, de lo poco que me costaría hacer las cosas un poco mejor. Tengo muchas virtudes y muchos defectos, pero el perfeccionismo no se cuenta entre ellas.
Por suerte, la vida me ha enseñado que, por muy mal que vayan las cosas, siempre terminan por arreglarse. Y también he aprendido que soy capaz de encajar los golpes y salir adelante. Hay que llevar las riendas de la propia existencia. O por lo menos, intentarlo. Aunque luego llegue un tsunami y arrase con todo...